jueves, 31 de enero de 2013

Capítulo 8: Un corazón roto.

Las últimas semana habían sido un tanto frenéticas para mí. Ahora dejaba de ser oficialmente "soltero con novia", para estar "formalmente prometido". Aunque la boda sería el año próximo, los preparativos se pusieron en marcha, a mi chica no le gustaba dejar nada para última hora. Yo por mi parte preparé el viaje de nuestras vacaciones, sería a Girona, a la concentración del American Car club, del que era socio. También me hice socio del Mustang Club de España, con todo el orgullo de ser el único propietario de un GT500KR en España, no una réplica construída sobre base Mustang. Lo más emotivo fue la carta que me llegó desde Estados Unidos, envié una carta con toda la documentación para registrar mi Shelby en el registro oficial de clásicos de la propia Shelby American. Cuando me registraron, me enviaron una carta confirmando la autenticidad de mi coche, pero lo mas bonito fue una carta escrita de puño y letra por el propio Carroll Shelby agradeciendo mi trabajo por recuperar aquel coche y devolverlo a la vida. Estaba fechada un mes antes de fallecer el propio Carroll. 
Era un miércoles de finales de junio, el día de mi cumpleaños y aquella semana era la última antes de las vacaciones. Mientras me afeitaba, Rebeca me abrazó desde atrás para felicitarme, después salí para el trabajo. Al llegar al despacho me encontré con una caja forrada en papel de regalo azul sobre la mesa. Había un sobre encima de la caja, al abrirlo me encontré un nota manuscrita:

¡Feliz cumpleaños Juan!
Espero que te guste el regalo. Un beso.
Alba


Abrí con cuidado aquella caja, había acertado, el regalo era perfecto, una maqueta de escala 1:18 de un Shelby GT500KR de 1968, exacto al mío. Una maqueta más para mi colección, y ya iban unas 43...
Le agradecí el regalo por Whatsapp, y miré aquel pequeño marco con la foto de mi chica y el McLaren en Marbella, eramos unos críos de 20 años, y ahora íbamos a ser marido y mujer.
Al llegar a casa me encontré el BMW X5 de mis padres aparcado delante de la puerta, abrí el portal para dirigirme al garaje, antes de entrar salieron mis padres y Rebeca a recibirme. Mi padre se quedó observando mi Shelby, aún no lo había visto terminado, le gustó. Tras cenar les dije que iba a guardar el coche en el garaje, mis padres y Rebeca decidieron acompañarme. Al entrar en él vi un bulto envuelto con una tela de color marrón. Entonces mi padre empezó a hablar:
- feliz cumpleaños.
- Gracias papá.
- Este es mi regalo, es algo con lo que siempre soñaste.
- Ya tengo el Shelby...
- No. verás, cuando te licenciaste, no pudimos regalarte lo que querías, y te conformaste con el Ritmo, no querías que lo desguazase...
Empecé a recordar, por aquel entonces mi padre había fundado su empresa, arriesgó todo su patrimonio, aunque al final la jugada le salió bien, ahora su empresa era mas que rentable, y su fama en el mercado también. Por suerte, no le faltaba trabajo.
- Eso da igual, me conformaría hasta con una camiseta. No teníais que regalarme nada...
- Bueno, ¿no vas a descubrir lo que es? Dijo eso dándome una palmada en la espalda. Me acerqué a aquel bulto, saqué la tela que lo cubría, y vi algo por lo que suspiré durante mucho tiempo. Era una moto, pero no una cualquiera, era una Norton Commando 961, versión "Café Racer", en color gris "Manx" con los detalles pintados en negro y rojo, el guardabarros delantero en carbono... era preciosa. Me giré emocionado. Aunque mi padre no era muy aficionado, si hablábamos de motos siempre acabábamos discutiendo de motos antiguas inglesas, Triumph, Norton, BSA... nos encantaban. 
- Gracias, es preciosa
- De nada, te la debíamos. La encargamos el año pasado, pero como las construyen a mano, pues tardan un poco más, ya sabes jajaja.
Mi chica llegó con una caja envuelta en papel de regalo rojo, su regalo era un casco a juego, negro con una bandera inglesa recorriendo longitudinalmente la forma del casco. 
- Sabes que no me gusta ir moto, ni que vayas tú haciendo el loco, así que pórtate bien. Dijo ella.
- No te preocupes, esta solo tiene un asiento.
- Mejor. ¿No vas a probarla?
Asentí y fui al armario del dormitorio, encontré mi vieja cazadora de cuero de motero y mis botas de caña. No pude evitar recordar mi antigua moto, una Honda Black Widow, que vendí hacía tres años a mi amigo Iago para mantener el Ritmo. Bajé al garaje, me apreté el casco y arranqué la moto. Aquel bicilíndrico de 961 centímetros cúbicos y ochenta caballos emitía un sonido especial, muy propio, con personalidad, sin ser el aullido de las deportivas, ni el ronroneo de una Harley-Davidson, o una imitación del mismo como lo era el de la Black Widow. En mi cabeza no dejaba de sonar el "Rule Britannia" mientras daba ligeros toques de puño al acelerador antes de salir a dar una vuelta al vecindario en ella.
Salí del garaje con cuidado, giré a la derecha y empecé a acelerar, corría como una bestia aquella moto, como el Shelby era preciosa sin ser la moto mas rápida del mundo. Ahora tenía un juguete para las curvas y otro para las rectas. Mientras rodaba con mi Norton, me parecía ser un rocker que salía del Ace Café de Londres en busca de mods con sus Vespas y Lambrettas dispuesto a darles una paliza, como si yo fuese un personaje de la película "Quadrophenia". Volví a casa. me bajé de la moto con una sonrisa enorme y volví a agradecer a mis padres aquel regalo.
Llegaron las vacaciones y el segundo fin de semana julio madrugamos y pusimos rumbo a Girona, con el ronroneo de mi V8 de fondo. mantenía asombrosamente bien los cruceros en autopista. Llegamos a la concentración y aquello para mí era un paraíso: Cadillac Eldorado, Fleetwood y Lincoln Continental de varios años, una legión de Mustang, varios modelos diferentes y de años distintos de Ford, un Buick Riviera de 1971, varios Buick Park Avenue, Dodge Charger de 1968, varios Challenger, un Plymouth 'Cuda, un Dodge Polara, varias Dodge Ram, varios Camaro en distintas versiones y de años diferentes, algún Corvette, Pontiac Firebird y Trans-Am, hasta un Camión Peterbilt 351 y un Impala que fue de la policía estatal de Texas... Mientras a mi se me iban los ojos a los "muscle cars", mi chica suspiraba por un Cadillac Eldorado Biarritz de 1959 rosa, que entró al recinto de la concentración a nuestro par. Empezó a sonar la canción más adecuada para esa situación: Detroit Steel de V8 Wankers.
Mi puesto estaba al lado de un Shelby GT500 de 2010 de una chica de Bremen llamada Daniela pero a mi izquierda aparcó un AC Shelby Cobra rojo con bandas blancas y matrícula inglesa. La mayoría de los coches vino de Alemania o Reino Unido. Su propietario era un señor de unos 60 años, tenía una melena blanquecina pero que aún mantenía algo de tonalidad rubia. Se giró y no me podía creer quien era, era K.K. Downing, el antiguo guitarrista de mi grupo favorito, Judas Priest y gran fan de los coches clásicos. 
Se acercó a mi coche, lo miró y me dijo con un cerrado acento inglés:
- Disculpa hijo, ¿es un KR auténtico?
- Sí.
- ¿Puedo ver su motor?
- claro, dije mientras abría el capó, el lo observó detenidamente, buscando la chapa identificativa del número de serie.
- muy bueno, pensé que era una réplica. Me llamo Kenneth Downing.
- Lo conozco, soy un gran admirador suyo, lo ví en directo con Judas priest.
- ahh, un fan. Gracias
La concentración duró tres días, el último, el señor Downing se despidió de mi:
- Amigo Juan, si un día vienes a Londres, tienes allí un amigo, te enseñaré mi colección. 
Le pedí sacarme una foto con él y nos despedimos con un apretón de manos. Volvíamos a casa con buenos recuerdos, unos cuantos amigos más en facebook y direcciones de e-mail y yo con una palmada en el culo que me dio Daniela, quien no debió de entender que aquella chica que iba conmigo era mi prometida. 
El viaje de vuelta iba de maravilla, pero a unos 20 kilómetros de casa empecé a notar un intenso olor a aceite quemado, el testigo de la temperatura se disparó y vi que me quedaba sin presión de aceite. Paré, pero fue inevitable, una humareda blanca empezó a salir por las rendijas del capó. Me bajé y abrí el capó, la nube de humo y el olor se hicieron más intensos. Un charco de agua y aceite en el suelo eran el signo del desangramiento del corazón del Rey de la Carretera. Empecé a llorar. Una grúa llevó el coche a casa, en el garaje no podía dejar de mirarlo, el sueño de mi vida hecho trizas, un gripado de motor propio de una enciclopedia. Ella intentó consolarme, en el fondo le tenía cariño al Shelby. No podía dormir, así que decidí repasar el correo llegado el viernes. Nada extraño hasta que encontré una carta cuyo remitente era un Código Postal. Mi costumbre, aunque se tratase de publicidad era abrir todo el correo y mirarlo. Era un recorte de periódico, su titular era "Grave accidente de tráfico. Una joven de 27 años herida de gravedad". Salía una foto del coche destrozado de Rebeca y del coche que la golpeó, un Mercedes Clase E. Según la noticia, varios testigos afirmaron que el Mercedes aceleró buscando impactar contra ella. Pero con la noticia, venía una nota impresa en letra Times New Roman, al leerla casi me dio un infarto:

Con ella fallé, pero contigo no. Acabaré contigo como acabaste tu conmigo, bastardo. Estás sentenciado.

Empecé a atar cabos, un Clase E, esa nota, tenía mis sospechas sobre el autor, pero aún no podía condenar a nadie, y recordando a mi profesor de Derecho Procesal Penal, "las sospechas no condenan a nadie, las pruebas sí" y yo aún no tenía pruebas.
Cuando todo parece ir bien, un golpe te derriba.

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