jueves, 31 de enero de 2013

Capítulo 14: Una nueva vida

- Cariño, ¿sigues despierto?
- Sí.
- ¡Apura! pon tu mano en mi barriga, ¡la niña está dando pataditas!
- ¡es cierto! seguro que está haciendo kárate jajaja.
Ella de pronto se puso más seria. Su sonrisa se borró y se acercó a mí.
- ¿qué te pasa?
- nada, intenta dormir, ya es muy tarde.
- ¿sigues preocupado, verdad?
- Duerme.
- No quiero, no puedo dormir viéndote así. Sigues dándole vueltas a lo del tío que le diste una paliza ¿me equivoco?
- No.
- Mira, te pasaste, la justicia no funciona correctamente, pero eso no te da carta blanca para ir por ahí dando palizas a quien se las merece. Has hecho algo bueno, sí, pero no de la mejor manera posible. ¿y si ahora busca vengarse de tí?
- Me da igual, como si me mata, pero no toleraré que os hagan algo a vosotras.
- ¡¿Qué?! ¿estás escuchando lo que dices? ahora te necesitamos más que nunca, ella está a punto de nacer -empezó a llorar- ¿quieres que se críe sin padre? 
- No, por supuesto que no. 
- bueno, pues deja de hacer el tonto, y piensa dos o tres veces las cosas antes de actuar por impulsos.
- Lo hago para protegeros, juré el día de nuestra boda protegerte, y eso haré.
- deja ese rollo, por favor, ¡te lo suplico!
- Vale, está bien.
Aquella conversación me hizo darme cuenta de que lo del ex novio de Laura había sido una locura, que pudo acabar muy mal. Sin embargo, no me arrepentía en absoluto de haberlo hecho. Miraba a mi esposa, tumbada de lado, todavía seguía mirándome, sus ojos brillaban por la acción de las lágrimas. Me seguía pareciendo tan bella como de costumbre, acaricié su pelo, me acerqué a ella y rodeé su cuello con mis brazos, ella tiró un poco de la sábana para acercarse, puso sus pies sobre los míos, apoyó su cabeza en mi pecho y empezó a dormir. yo, sin embargo, para no variar, no pegué ojo.
A la mañana siguiente me desperté antes que ella. Bajé a la cocina en silencio y preparé el desayuno. Necesitaba café, cuanto más fuerte, mejor. suelo tomarlo con leche, pero necesitaba una dosis de cafeína realmente potente. Ella bajó, con una cara de dormida que hacía pensar que aún no estaba despierta y había bajado sonámbula las escaleras. Aún así, con el pelo enmarañado y con los ojos entreabiertos, sonreía. Desayunamos con calma y después de la ducha, nos fuimos al trabajo.
El tiempo fue avanzando, con tanta rapidez que faltaban poquitos días para que mi esposa saliese de cuentas. En el trabajo, nada interesante, ahora había más gente que me miraba mal. Sin duda el de Recursos Humanos sabía algo más de lo que decía. Todo estaba muy tranquilo en apariencia, pero el jefe de ese departamento ahora tenía miedo, estuve investigando un poco más, faltaban documentos, otros habían sido manipulados de una manera un tanto burda, y lo más chocante, había más quejas sobre acoso sexual, un par de ellas calificadas como "trato indecoroso hacia una compañera de trabajo". Miré si había alguna interpuesta por Alba. No había ninguna, respiré tranquilo. La última tenía casi dos años, fue interpuesta por la antigua intérprete, Carla. No sé lo que la empujó a abandonar la empresa, pero por desgracia, una terrible enfermedad había acabado con ella. me hubiese gustado hablar con ella ahora, aunque recordando bien, ella era muy reservada e introvertida, no creo que quisiese hablar del tema, sobre todo teniendo en cuenta su carácter y el infierno que el acoso supone. sólo espero que allá donde esté, esté bien y en paz. Al jefe de Recursos Humanos lo tenía ahora pillado por las pelotas. Mucho hablar de la Ley de protección de datos, pero muy poco conocía del Código Penal. Tenía un plan para él, pero aún era demasiado pronto para llevarlo a cabo. otra cosa que me llamó la atención en el archivo, fue el hecho de que muchos documentos importantes, estaban inventariados pero fisicamente no aparecían. Era posible que alguien se los hubiese llevado temporalmente para fotocopiar, aunque, también sería posible que los llevasen a destruír. Ahora me daba cuenta de que esa empresa tenía mucha mierda que ocultar. Y que la malas miradas que recibía eran provocadas no sólo por la mala fama que tenía, sino también por la rectitud por la que también era conocida mi manera de afrontar las cosas. Aquella semana tuvimos un juicio, un supuesto despido improcedente, lo ganamos, despedir a alguién que se pasa su turno de trabajo tomando café, emborrachándose y roncando en las taquillas, no es causa de despido improcedente.
Ese día, me tocó trabajar por la tarde, era viernes, los viernes nunca me quedaba a trabajar por la tarde, salvo que a la mañana hubiese juicio. Sobre las ocho de la tarde llamaron a la puerta de mi despacho, entró Alba.
- ¡Hola! ¿puedo entrar?
- Claro, pasa.
- Venía a pedirte un favor, si no es molestia...
- Si está de mi mano...
- ¿Podrías acercarme a casa? Es que tengo el coche el taller haciendo la revisión y les falta no sé que pieza. Aparte Andrés hoy llega muy tarde... no te importa ¿verdad?
- Claro que no, faltaría más.
Unos diez minutos después bajamos al párking de la empresa, avisé a mi esposa de que llegaría un poco más tarde y en ese momento Alba recibió una llamada de teléfono. Andrés iba a salir a recogerla, ella le dijo que ahora no era necesario, que ya iba en camino de casa. En aquel momento ella empezó a mirar mi coche, íbamos en el Shelby.
- Por dentro es más bonito que por fuera. Pero es mas lento que mi coche... -dijo sonriendo intentando picarme-.
- Desde que lo arreglé es más manejable, ahora te ganaría.
- Cuando me lo entreguen lo comprobamos, es muy bonito, pero mi coche es mejor.
- ¿Puede sonar tu coche así? 
Estábamos en un semáforo, di un gran acelerón al aire. El sonido era ensordecedor y amenazante, el suelo parecía retemblar, el Apocalipsis había llegado a las calles. Ella me miró asustada mientras yo sonreía, aquel sonido era inmejorable. Llegamos a su edificio, en el portal su chico estaba esperándola, lo saludé con la mano y me quedé un instante contemplando aquella escena. Ella de puntillas, rodeando su cuello con los brazos, y los brazos de él rodeando su cintura, fundidos en un beso. Muy bonito, me recordaba una escena de película, o mi propia vida. Debía ser uno de esos momentos en los que el tiempo se detiene y todo te da igual, porque en ese instante no hay nadie más feliz que tú. Por un instante se me ocurrió dar un acelerón a mi Shelby y asustar a la enamorada pareja. Pero era mejor irse de allí, lo más discretamente posible y dejarles disfrutar de su momento.
Al día siguiente, después de comer, estaba medio adormilado en el salón, cuando oí los gritos de mi chica, desde el baño. Fui corriendo allí, pensé que se había lastimado con algo, pero ella parecía estar contenta.
- ¿Qué pasa?
- Tenemos que ir al hospital, he roto aguas.
Enseguida cogí la bolsa que ella había preparado previamente, la silla de bebé regalada por mis padres ya estaba en el coche de ella. La ayudé a subirse al A3 y puse rumbo al hospital. En comparación con el Shelby o el GT-R, su motor me parecía excesivamente perezoso. Al llegar a urgencias, llenas de gente, como de costumbre, nos atendieron muy rápidamente. me mandaron esperar en una sala aparte. Allí se oían los gritos de otra mujer, no eran los de mi chica. Un médico se me acercó, me dijo que si era el marido de Rebeca, que me lo tomase con calma, las madres primerizas suelen tardar un poco más en dilatar. Mis nervios iban en aumento, tanto rato sin saber nada me hacía ponerme en lo peor. De pronto, una enfermera salió corriendo, me llamó y me hizo entrar. Allí estaba ella, la mamá, con la cara desfigurada, sudando, aún jadeaba del esfuerzo, y nuestra hija, una preciosa niña, muy grande según los médicos, pero llena de vitalidad, llorando sobre el pecho de su mamá. No pude evitar acercarme a ellas, ambos, padre, madre e hija llorábamos, unos de emoción y otra por la palmada. El médico felicitó a la recién estrenada mamá, según él, para ser primeriza fue muy valiente y apenas chilló nada, y eso que rechazó voluntariamente la epidural. Mientras se llevaban a nuestra niña a lavar, medir y pesar, me quedé con mi esposa, agarré su mano y miré a sus ojos:
- ¿Cómo estás?
- Muy cansada, pero feliz.
- Yo también estoy muy feliz. Pero ahora tengo que confesarte una cosa.
- ¿el qué?
- Hay otra mujer en mi vida, y creo que voy quererla más a ella -durante un segundo ella se enervó, no cogía la broma- me refiero a nuestra hija. 
Trajeron a nuestra niña, era increíble, no podía dejar de mirarla. Nos avisaron de que en una hora nos subirían a planta. Al ser sábado, no le daría el alta hasta el lunes. Avise a todos mis amigos y a nuestros padres. A la tarde la habitación ya estaba llena de gente, regalos y flores. Ella no podía estar más feliz, y yo tampoco. Salí un rato de la habitación, bajé a la cafetería a por una botella de agua. Al llamar al ascensor, alguien me tocó el hombro. Era Alba, llevaba una bolsa de papel rojo enorme en la mano. Andrés se acercó a mi y me estrechó la mano. Ella empezó a hablar.
- ¡Hola! iba a preguntar, pero ahora que te veo, ya nada, ¿en qué habitación está?
- 223. 
- Vale, ¡enhorabuena papá!
- Muchas gracias -dije mientras entrábamos en el ascensor-. ahora tengo miedo, no sé que tipo de padre seré, no sé si estoy preparado.
- bah, no te rayes, va a ser un padre estupendo.
Entramos en la habitación, en ese momento, la visita que estaba allí, unos tíos míos, decidieron marcharse. Alba fue hacia la cama, le dio un beso a Rebeca y se quedó mirando a la niña.
- ¡Qué preciosidad! es tan mona que dan ganas de comérsela. Tiene el pelito de su mami, pero los ojos yo creo que son los de Juan.
- Sí todos dicen lo mismo, pero habrá que esperar a que crezca.
- Seguro que será guapísima, por cierto, ¿ya tenéis pensado su nombre?
Yo me había puesto al otro lado de la cama, a espaldas de Rebeca, tenía mi mano derecha sobre su hombro. En ese momento nos miramos, sonreímos y dijimos a coro.
- Sí, se va a llamar Alba.
- ¡Ay! ¡qué ilusión! se va llamar como yo. en ese momento no pudo contener la emoción y una lágrima empezó a salir de sus ojos.
- Sí, aparte, nos gustaría decirte otra cosa -dije yo-.
- Juan dice que tu eres para él como su hermana pequeña, por lo bien que te has comportado con él cuando, bueno ya sabes, cuando yo tuve mi accidente... así que nos gustaría que tu fueses su madrina.
-Claro, encantada. Se acercó a la niña y le dio un beso con mucho cuidado de no despertarla. Era realmente tranquila. Entonces Alba, la recién estrenada madrina, nos entregó la bolsa, era un oso de peluche, enseguida lo pusimos al lado de la niña, que se despertó y tras tranquilizarse, se abrazó a su regalo. Parece que le gustaba.
El lunes llegamos a casa con nuestra pequeña.Nunca en vida había conducido con tanto cuidado, tenía una jovencísima vida entre mis manos. La instalamos en su habitación. Miraba con curiosidad aquella habitación, intentaba levantar la cabeza para ver mejor, era curiosa, pero sus pequeños músculos aún no podían con el peso de su cabecita. Me pasé horas mirándola dormir en su cuna, no podía ser mas feliz. Una nueva vida empezaba en mi casa. 
Cuando ella tenía aproximadamente dos meses, la bautizamos. Sacamos una foto a la puerta de la iglesia con ella, en los brazos de su madre, yo a su derecha, y flanqueándonos, Alba y mi suegro, los padrinos. Todos sonreíamos en aquella escena, aunque a mi pequeña Alba, poco más se le veía que le cabeza, cubierta por el mantón que mi madre le había hecho con sus propias manos expresamente para la ocasión. Una copia de esa foto, enmarcada, está en la mesa de mi despacho. Aunque mi empresa no era precisamente el lugar más agradable del mundo, había algo que me empujaba a seguir allí, ella.
Ahora Alba, mi hija, era el centro de mi universo, no había nada más importante que ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario