martes, 5 de marzo de 2013

Agradecimientos

Ha llegado el final de esta historia, inspirada en la de Carlos Ávalos, el chico del 911. 
Allá por el mes de noviembre, publicaba en clubvwgolf.com el primer capítulo de esta historia, "Un romance a primera vista", donde su protagonista se encontraba con el amor platónico de su vida, el coche de sus sueños que necesitaba una restauración. Era una historia de amor doble, la del hombre y su coche, la de un hombre y una mujer.
¿Quién no ha soñado con llevar un superdeportivo? ¿Conducir por el Nordschleife? Si te gustan los coches, eso es un sueño. Dudo mucho que pueda conducir un McLaren F1 o un Ferrari F40, pero en esta vida paralela que fue esta pequeña historia, lo he conseguido. No sé si tu has sentido conmigo cada caballo de vapor, cada aceleración, cada adelantamiento que el protagonista de esta historia sentía.
Pretendía hacer con esta historia una vida paralela que me permitiese escapar de la rutina. está basada en parte en mí, en parte ficticia. Rebeca representa esa novia/esposa fiel, amante, una mujer que lo daría todo por los demás sin esperar nada a cambio. Una mujer que hace sentir al hombre que está a su lado, la persona más especial del mundo.
El resto de personajes, están basados en amigos míos, la mayoría de las veces, sólo comparten con la realidad el nombre. Sólo hay uno que tenga una coincidencia prácticamente total entre la vida real y su vida en esta historia, ese personaje es el de Alba.
Alba, es una muy buena amiga mía, enamorada profundamente de los BMW. Cuando leyó los primeros capítulos de esta historia, me pidió salir en ella, y le dediqué el capítulo "La chica del BMW", fue cogiendo peso en la historia y como en la vida real, se convirtió en la mejor amiga de Juan. Es esa persona que siempre lleva la sonrisa por bandera, dispuesta a ayudar en todo momento, con toda la bondad y amabilidad del mundo. 
Aunque no es lo más habitual que un hombre y una mujer sean amigos íntimos, ella y yo lo somos. Sé que puedo contar con ella en todo momento, y ella sabe que siempre estaré dispuesto a ayudarla cuando lo necesite. Puedo asegurar, que la verdadera amistad no entiende ni de sexos, edades o política, pero hace que llegues a querer a esa persona como si fuese tu hermano. Gracias por todo Alba, de verdad.
A mucha más gente tengo que estar agradecido: mis compañeros de residencia (Samuel, Manuel, Óscar en especial), amigos (Iago, Thais, Abel, Eloy, Ricardo, Ana, Jose...) y a los foreros de clubvwgolf.com, donde salió la primera parte de esta historia, y donde ellos hicieron quinielas para saber quien era el malo de la historia.
También quiero agradecer todas las visitas recibidas en este blog, la mayoría de España, pero también de otros países como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Brasil e incluso Kazajistán. Muchas gracias.
Para cualquier cosa, dejad un comentario por aquí. Saludos y muchas gracias, de veras.


Juan Díaz

Epílogo: Treinta años después

- Juan, apura, vamos a llegar tarde a la presentación de la niña.
- Que tiene ya treinta años, hace varios que dejó de serlo. 
- Bueno, para nosotros siempre será nuestra niña, no niegues que tienes ganas de verla...
- La verdad es que sí, hace mucho tiempo que no la veíamos.
Alguien llamó a la puerta de nuestra habitación, era Alba.
- Vaya Juan, aún conservas los gemelos que te regaló Koenigsegg, tienes la corbata un poco torcida hacia la izquierda. Espera que te la corrijo. ¿A qué hora teníamos que estar allí?
- En veinte minutos, ya estoy acabando. 
En ese momento, mientras me ponía la americana, recibí una llamada de teléfono. Era mi hija.
- Papá, están esperando por vosotros en recepción, he mandado un coche para que os fuese buscar. ¿Os ha gustado la habitación?
- Sí, este hotel es impresionante, dale la gracias a la empresa por la invitación.
- No hay de que. ¿Madrina está con vosotros?
- Sí, bueno cariño, nos vemos ahora.
- Hasta luego papá. Un beso.
Salimos del lujoso hotel "Intercontinental", a la salida, un hombre vestido de chófer nos estaba esperando al lado de un Audi A8 con matrícula italiana.
El frío de marzo en Ginebra era impresionante, la nieve hacía acto de presencia en cada esquina. El hombre se acercó a nosotros y nos habló.
- Buon giorno, mi chiamo Battista. La signorina Alba mi ha mandato a prenderti.
Nos abrió las puertas del Audi y subimos. Durante el trayecto, miraba por la ventanilla el paisaje, el Lago Léman con su Jet d'eau era el marco incomparable para pasar una temporada rodeado de todos los lujos. Nunca había estado antes en Suíza, pero me parecía un país encantador. Cuando llegamos a nuestro destino, Battista se bajó del Audi y nos repartió unos pases, se despidió amablemente de nosotros y se fue. Nosotros entramos, gracias a mi hija, ahora podría hacer realidad uno de mis sueños, ir al salón del automóvil de Ginebra. Empezamos a buscarla, y de pronto, entre la multitud, una mujer de larga melena rubia apareció ante nosotros. 
- ¡Hola! Ya estáis aquí, qué bien, venid conmigo, en media hora empezamos.
- Vale -dijo Rebeca- ¿Estás nerviosa, corazón?
- Un poquito.
- No te preocupes todo saldrá bien.
- Gracias papá, a ver si te gusta...
- Uy, seguro que sí -apuntó Alba sénior- él está más nervioso que tú, jaja.
- Gracias madrina, venid, os tengo reservados asientos en primera fila.
Ella nos llevó al sitio en cuestión, nos sentamos y ella empezó a atender a los periodistas. A todos les decía lo mismo, que esperasen a después de la presentación, que estaba segura de que el modelo conmemorativo del ochenta aniversario de la marca no defraudaría a nadie.
La espera fue larga, de pronto las luces se apagaron y un vídeo promocional haciendo repaso de ochenta años de historia empezó a proyectarse, tras eso, el director general de la empresa dijo unas palabras y tras introducir a mi hija, ella empezó a hablar en un fluido inglés. Mientras hablaba del modelo en cuestión, yo empecé a recordar los momentos que me brindó. Sus primeras palabras, sus primeros pasos, el día en que aprobó selectividad, cuando sacó el carnet de conducir... No fue una adolescente rebelde, pero sí atípica. De su madre heredó su belleza y su inteligencia, de su padre, el amor por los coches y un espíritu luchador que la empujaba a ser la mejor en todo, pero respetando a los demás. Entonces miré a Rebeca y a Alba, los tres estábamos emocionados, miré a mi hija, con aquel traje de falda y raya diplomática, era la viva estampa de su madre. Empecé a recordar el día que fue admitida para estudiar ingeniería, su madre no lo entendía, pero siempre la apoyó. Fue la número uno de su promoción, fruto de su inteligencia y tesón. Fue becada a estar un año trabajando de ayudante de Frank Stephenson Santos, diseñador jefe de McLaren, en Woking. Después, Lamborghini la contrató, empezó como ayudante, después como jefa de diseño de interiores y ahora, era la diseñadora jefe de la casa del toro. La prensa especializada la definía como la niña prodigio del diseño. Stephenson Santos dijo de ella que entraría en los anales del diseño, pudiendo eclipsar a diseñadores como Bertone o Pininfarina. Aún conservo los primeros bocetos que trazó, me los regaló y cuelgan enmarcados en mi despacho. 
Ella acabó el discurso, el coche estaba a su derecha, cubierto por una funda de terciopelo de color rojo pasión con el logo de la casa bordado. Ella cogió una parte de la funda y el director general de la firma, otra. Ambos la levantaron enérgicamente y dejaron al descubierto aquella máquina que rezumaba belleza e ingeniería a parte iguales. Se causó un profundo silencio entre los asistentes, sólo cortado por los flashes. De pronto, ella puso su mano sobre el coche y gritó: "La nuova Lamborghini è qui! Il suo nome è Perdigón".

Todos los asistentes nos levantamos y empezamos a aplaudir, pude ver como ella se emocionaba, era el primer coche que ella diseñaba. La verdad es que parecía un tiburón de fibra de carbono, sus trazos llevaban el ADN de la casa, agresividad y belleza plasmadas en carbono. 
- Juan, ¡menuda maravilla! -dijo Alba sénior-.
- Ya te digo, es precioso.
- ¿Nuestra niña ha hecho eso? -dijo Rebeca-, ¡es precioso!
Entonces mi Alba, siguió su discurso, las cifras eran de auténtico infarto, cuando nació mi hija, aquellas cifras serían las propias de una nave espacial de un videojuego. Hoy, los coches híbridos parecían haber arrinconado a los de toda la vida, aunque Lamborghini resistía con fuerza y seguía haciendo coches a la antigua usanza.
La presentación terminó, mi Alba se vio asediada por las preguntas de los periodistas, que respondió una a una con una sonrisa en los labios, al igual que lo haría su madre. Mientras tanto, me dediqué a observar con lupa aquel impresionante vehículo. Me emocionaba ver la chapita que delante de la ruedas traseras lucía la firma de mi hija con el consabido "Disegno di Alba Díaz". Ahora su nombre reemplazaría al de Marcello Gandini o Luc Donckerwolke como autora de los vehículos más impresionantes salidos de la factoría de Sant' Ágata Bolognese. Ella acabó de hablar con los periodistas y estaba hablando con su madre y su madrina.
- Mami, ¿te gusta?
- Es precioso hija, sabes que no entiendo de coches, pero me encanta.
- ¿Y a tí, madrina?
- Me encanta, ¡quiero probar uno!
- Hola papá, ¿te gusta el Perdigón?
- Es impresionante, me gusta que sigas con la tradición de ponerle el nombre de un toro famoso...
- Sí, Perdigón era un Miura, me alegro que te gustase -entonces empezó a sonreír-, tu crítica es para mí la más importante. 
- No podrías haberlo hecho mejor, sigue así. Dame un abrazo anda.
Ella se abrazó a mi, hacía meses que no podía verla, desde que vivía en Italia sólo nos veíamos en los meses de vacaciones.
- Están empezando a fabricarlos, las primeras diez unidades empezarán a entregarse en verano, me gustaría que vinieseis a la fábrica para verlas, os invito. La número uno se quedará en el museo, las otras las entregaremos a sus propietarios, y una la llevaremos al Paso del Stelvio, para que las pruebe la prensa. A ver si consigo que os dejen a vosotros probarla. Ah, madrina, ¿y Andrés como está?
- Bien, siente mucho no haber podido venir, trabajo, ya sabes, te manda un beso.
Decidimos irnos al hotel para comer. No podía sacar de la cabeza la imagen del Perdigón, era impresionante, jamás había visto una máquina tan fascinante. Al salir, Battista estaba esperándonos para llevarnos de vuelta al Hotel Intercontinetal. Allí comimos con mi hija. 
A la mañana siguiente, nos llevaron hacia el aeropuerto, Alba, mi hija, nos acompañaba. Se despidió de nosotros y volvió al salón, tenía compromisos de marca con los que cumplir. 
Los meses fueron pasando, y la prensa del automóvil española se dio eco del Perdigón y varias entrevistas con mi hija cubrieron páginas y páginas de revistas. 
Una tarde de mayo recibimos una llamada de mi pequeña Alba, la entrega de los primeros Perdigón iba a hacerse, así que nos invitaba como VIP's a ella. Aquella noche cenamos con Alba -la madrina- y Andrés. Desde su boda, se habían mudado a nuestra zona, vivían a unos cinco minutos a pie de nuestra casa. Alba sénior parecía encantada con la noticia de ir a la Lombardía para ver la fábrica de Lamborghini. Nos pusimos en contacto con ella y nos dijo que no nos preocupásemos por nada, ella nos reservaría vuelo y hotel.
Llegó el día, Rebeca, Alba y yo pusimos rumbo al aeropuerto, Andrés no pudo acompañarnos por motivos laborales. En el aeropuerto vimos un jet privado con las letras Automobili Lamborghini en el fuselaje, una azafata con un polo de la casa del toro se acercó a nosotros, nos habló con fuerte acento italiano:
- ¿Son los invitados de la signorina Alba?
- Sí.
- Por favor, acompáñenme.
Seguimos a la azafata hasta el avión, ella cogió nuestras maletas y las guardó. Nunca me habían mimado tanto en un vuelo como en aquel. Llegamos a Italia, allí volvía a esperarnos Battista y su Audi A8, nos saludó con la típica efusividad italiana y nos condujo hasta la fábrica. Allí, a sus puertas nos esperaba sonriendo mi hija. No pudo esperar más, y tras abrazarse a nosotros empezó a enseñarnos la fábrica. Con su eterna sonrisa empezó a saludar a todos los empleados que se encontraba, la saludaban con cariño y respeto, allí era conocida con "la signorina Alba" y ella conocía a todos los empleados. La visita acabó en su estudio, plagado de bocetos, a su lado, estaba un garage con una unidad camuflada de pruebas, un mecánico la llamó, Alba le dijo en italiano algo, y el mecánico se despidió sonriente y ordenando a otros algo de parte "la signorina Alba". Los mecánicos la trataban casi con reverencias. Llegó la hora de comer y nos llevó a un típico restaurante muy cercano. Allí también la conocían, iba a comer todos los días allí. La comida estaba realmente buena, gracias a la dueña, una señora de mi edad, descubrí que la pasta carbonara no lleva nata, al decirle que en España se la echábamos exclamó horrorizada un "Porca miseria, è un sacrilegio!". 
Después de la comida volvimos a la fábrica, vimos como la unidad número uno del Perdigón entraba en el museo, unos mecánicos lo empujaban enfundados en unos guantes. Era amarillo, el clásico "giallo" de la casa, las unidades dos y tres también lo eran, estaban a las puertas del museo, listas para ser entregadas. Entonces mi hija se acercó al Director General de Lamborghini, éste le entregó dos pequeñas cajas de madera y cuero acolchado, se acercó a nosotros y nos entregó una a mí y otra a su madrina.
- Esta es mi manera de daros las gracias por todo vuestro cariño y apoyo. El número tres es el tuyo, madrina el dos es vuestro -dijo mientras nos entregaba la caja-. Mañana los llevaremos al Paso del Stelvio, podréis conducirlos el tiempo que queráis, tendremos la carretera totalmente cerrada para nuestro uso y disfrute.
- Gracias Alba, no tenías por qué hacer esto...
- Sí que tenía, papá. Bueno, papá, madrina, mañana nos vemos en el Stelvio.
A la mañana siguiente partimos hacía lo más alto del Paso del Stelvio, mientras subíamos, no pude evitar acordarme de la escena inicial de la clásica "Un trabajo en Italia", aunque ahora sería yo el encargado de subir esa carretera con mi Lamborghini, que no era un Miura, pero al menos era mío. Mi hija me sacó de mi mundo interior tocándome un hombro.
- Papi, este coche hará que te olvides del Shelby...
- No lo creo, el Shelby lo volví a montar yo... por eso le tengo tanto cariño.
- Bueno, pues del F1 sí...
- Eso está claro, seguro que tu "Lambo" es una máquina perfecta.
Llegamos a la cima, nuestros toros estaban esperando a ser lidiados bajando las numerosas curvas del Paso del Stelvio. 
Me acerqué al coche y me subí. A mis cincuenta y ocho no puedo decir que estoy torpe, pero que no me exijan la agilidad de un chaval de veinte, por lo que me costó un poco subir. Alba hizo lo mismo en el suyo. Encendí mi Perdigón, sonaba muy poderoso, intimidante, pero no como lo hace mi Shelby. Alba -sénior- iba acompañada por su ahijada, puso su coche a mi par, bajó la ventanilla y empezó a hablar.
- Bueno, voy yo delante, nos vemos abajo.
- Muy bien, yo te sigo.
Alba aceleró poco a poco, yo iba detrás, me esperaban una sucesión de curvas montaña abajo y arriba. No me daba miedo, llevaba el mejor superdeportivo de la época, además lo había diseñado la mejor diseñadora del momento, mi hija Alba.




FIN

Capítulo 25: La justicia ha vencido

De repente estaba ante una puerta blanca. Estaba en una especie de pasillo, no podía ver lo que había detrás de mi, todo estaba a oscuras. Lo único que podía ver era aquella lujosa puerta de madera, lacada en blanco, con detalles en dorado. La abrí, y pude contemplar lo que se me antojaba una recepción de hotel, de uno de los buenos. Al frente había un mostrador, pero no había nadie atendiendo, a su derecha, unas escaleras y un ascensor. En las paredes izquierda y derecha había otras dos puertas. La de la derecha era exactamente igual que la que me había dado entrada a aquel vestíbulo.Tenía un cartel con letras doradas que ponía "Restaurante". La de la izquierda, tenía cristales, en ellos estaba grabada las palabras "Bar-Cafetería". A través del cristal veía gente, entré, sobre todo para preguntar dónde estaba. Era un bar muy lujoso, las mesas estaban decoradas con elegantes manteles y las paredes lucían un estilo Art-decó. Del techo colgaban varias lámparas de araña con finos cristales. Empecé a mirar entre la gente. A mi derecha, en una mesa estaban John Lennon, George Harrison, Jimi Hendrix, John Bonham y Keith Moon charlando tranquilamente. A su lado, el Marqués de Portago, Juan Manuel Fangio, Jim Clark, Jochen Rindt y Ayrton Senna hablaban, no sabía de qué, pero me lo supuse. Al fondo, en la barra, Bon Scott y James Hunt intentaban ligar con Marilyn Monroe, Audrey Hepburn y una impresionante chica rubia que lucía un vestido azul que se me hizo conocido. Justo a mi izquierda, había alguien conocido, sentado con Steve McQueen y Paul Newman, estaba mi tío Ricardo compartiendo unas copas de vino. Al verme se levantó, pero su gesto no fue de alegría, si no de tristeza.
- Hola, ¿no te alegras de verme? 
- Dadas las circunstancias, la verdad es que no. ¿Aún no sabes dónde estás?
- No, pero ahora me lo imagino...
- Sí, has muerto, eres aún demasiado joven para esto, esa zorra pudo contigo. ¿Has preguntado en recepción?
- No había nadie...
- Bueno, te presentaré a mis amigos, tu los conoces a ellos, pero ellos a tí no. Steve, Paul, venid, este es mi sobrino Juan, es un gran admirador vuestro, sobre todo de tí, Steve.
Ambos me estrecharon la mano, Steve iba vestido igual que en "Bullitt". Siempre pensé que McQueen y Newman se llevaban fatal, aunque compartían la afición por el motor, pero aquí se llevaban estupendamente.
- Juan, aquí hay alguien que siempre habla muy bien de tí, es una mujer, mira está allí, en la barra, seguro que le hace ilusión verte, ven conmigo.
Mi tío caminó hacia la barra, se abrió paso entre Bon Scott y James Hunt, le dio un toque en el hombro a la rubia del vestido azul.
- Laura, tienes visita, bueno, os dejo.
- ¡Juan! ¡Qué sorpresa! -de pronto empezó a llorar y posó su copa de Martini- No, no puede ser, al final te mató a ti también. No me gusta que pudiera volver a verte tan pronto... Vamos a recepción, tuvo que haber un error, ¿Maryilyn, nos acompañas?
Ambas dejaron los lujosos taburetes en los que estaban sentadas y me acompañaron a la salida. Me despedí de mi tío antes de salir, abrimos la puerta y vi como ahora el mostrador estaba atendido por una chica de larga melena morena. 
- Hola, puedes comprobar un nombre, a ver si es su turno.
- Claro, es el suyo ¿no? -dijo señalándome-.
- Sí, se llama Juan Díaz.
- Uhm... un momento. Según el ordenador, aún no debería estar aquí hasta dentro de muchísimo tiempo. Lo siento, el cielo tiene que esperar un poco más para usted...Si quiere puede despedirse de las amistades que tiene aquí, pero tendrá que abandonar este lugar tan pronto como pueda. 
Volví a llamar a mi tío, le dije que me iba, y entonces sonrió y se despidió con la mano. Encaré la puerta por la que había entrado, antes de abrirla, Laura se acercó a mi.
- Juan, te echaré mucho de menos, ya volveremos a vernos dentro de muchos, muchos años.
- Yo también te echo de menos, al fin pude vengarme de quien te trajo aquí...
- Deja de hablar de eso, ¿vale? Aquí estoy bien, nunca he sido tan feliz. Cuídate mucho.
Tras decir eso me abrazó, una lágrima mojó mi hombro, ella seguía sonriendo. Abrí la puerta y caminé por aquel oscuro pasillo.


- - -
Me desperté en una cama, a mi lado estaba una chica con un uniforme de enfermera, el dolor de mi hombro había desaparecido. Entonces, la enfermera salió corriendo por su izquierda, volvió rápidamente, ahora acompañada de un hombre.
- Perdón ¿dónde estoy?
- Está en el hospital, en el CHUAC, bueno, el que antes se llamaba Juan Canalejo. -dijo la enfermera-.
- Señor Díaz, ¿recuerda por qué está aquí?
- Sí, claro, me dispararon en el hombro izquierdo, una amiga de mi esposa que está loca intentó matarnos.
- Muy bien -dijo el médico-. Es lo mismo que ha dicho su esposa, enfermera, en principio descarte fallos neuronales, recuerda lo que hizo. Ahora mueva el brazo derecho, si es tan amable.
Lo hice, después me mandó mover las piernas, los pies, era capaz de mover todo mi cuerpo salvo el hombro y el brazo izquierdo.
- Disculpe doctor...
- Ramírez, Luís Ramírez, pero trátame de tu, que no soy mucho más mayor que tu.
- Vale, Luís, ¿crees que podré recuperar la movilidad del mi hombro y mi brazo izquierdos?
- Sí, verás, la bala te hizo un estropicio muscular, tardarás un tiempo en volver a estar al cien por cien. Has tenido mucha suerte, unos milímetros más y hubiese acabado en el pulmón. Bueno, tengo que salir a avisar a tu esposa de que ya estás consciente, te hemos tenido sedado unos días, este es el tercero que llevas aquí. Por desgracia, ella no puede entrar a hablar contigo, primero tiene que hacerlo la Policía, están investigando y bueno... los avisaré en un par de horas, veo que estás muy lúcido y puedes responder con claridad a sus preguntas, pero es mejor esperar un poco. Abriré la cortina para que pueda verte, así estará más tranquila. Hoy a la tarde podremos subirte a planta.
- Muy bien, antes de irse, ¿puede decirme que hora es?
- Claro, son las once de la mañana. Buenos días.
Entonces abrió la persiana, pude ver a Rebeca, estaba demacrada, con los ojos hinchados, con ojeras, al verme, puso su mano en los labios y luego la posó en el cristal, estaba muy emocionada. La saludé con mi mano derecha, no pude evitar emocionarme. Allí también estaba Iago. Su cara dejó paso de la preocupación a la alegría. Estuve unas horas sólo en aquel box, salvo la visita de alguna enfermera para preguntarme si necesitaba algo. Poco antes de la hora de la comida, Luís, el médico, entró en el box con dos agentes de la Policía. Les conté lo sucedido. Dijeron que estaba claro que actué en legítima defensa, pero ahora tendrían que llevar las pruebas al juzgado. 
Después de comer, me subieron a planta, allí me esperaba ya mi esposa. 
- Juan, ¿cómo estás? 
- Mejor, ya no me siento tan entumecido, de hecho voy a incorporarme un poco, aunque al hacerlo me duele el hombro.
- Ten cuidado, aunque el médico dijera que puedes caminar y todo eso, no hagas milagros.
- Tranquila...
En ese momento, alguien llamó a la habitación, era Alba, con mi hija en brazos.
- ¡Hola! ¡Mirad quien está aquí! Rebeca, vete a casa a descansar un rato, que me quedo yo aquí, llevas tres días sin dormir y casi sin comer, vas a ponerte enferma...
- No, tranquila...
- Hazle caso a Alba, tu tranquila además, tenía ganas de ver a la niña.
- Bueno, me voy un rato a casa, si pasa algo, llámame.
- Tranquila, que aquí nos quedamos nosotras con él.
Ella puso a mi hija en mi lado derecho, la niña buscó mi hombro para apoyar su cabeza en él.
- Bueno, ¿te encuentras mejor?
- Sí, estuvo aquí la Policía, habrá un juicio y todo eso.
- Bah, no pienses en eso, ahora tienes que recuperarte, que ella te necesita en plena forma. 
- ¿La niña? Claro, ¿has estado cuidando estos días de ella? Muchas gracias.
- De nada, lo hago encantada. Rebeca no quiso separarse del cristal en ningún momento. ¿Sabes una cosa? Hay nuevos habitantes en la nave cuatro, vas a flipar cuando los veas...
- Ah sí, ¿son actuales o clásicos?
- Bueno, uno es actual, es un Aston Martin DBS y el otro es tirando a clásico, pero es una sorpresa, cuando te recuperes del hombro tenemos que probarlos enseguida. Ah, por cierto, encendí estos días tanto el Shelby, como el GT-R y los de la nave cuatro. Con el Shelby di unas vueltas alrededor de tu barrio, ¡cómo suena! ¿No te importa que lo haya hecho, no?
- Todo lo contrario, te lo agradezco, ya me tarda ir por allí.
El sonido de alguien llamando a la puerta hizo que abandonásemos nuestra conversación. La persona que entraba en la habitación hizo que me estremeciese: Ricardo, mi amigo y novio de Carmen.
- Hola, tranquilos, no os asustéis. Hay cosas de Carmen y mías que desconocéis, para empezar, cuando hizo esta barbarie ya no estaba conmigo.
- Bueno -dijo Alba-, voy a la cafetería...
- Quédate, por favor, esa loca también intentó matarte a tí. Juan, dime que podrás recuperar la movilidad de tu brazo
- Sí, pero antes tengo que ir a rehabilitación.
- Me alegro, de veras. Bueno, la historia es la siguiente, Carmen y yo estábamos saliendo, pero empezó a volverse paranoica, dijo que iba a acabar contigo, que si accedió a salir conmigo fue para poder estar más en contacto con vosotros y así acabar con tu familia y amigos. Intentó hacerlo conmigo.
- Ricardo, tío, lo siento...
- No pasa nada, hiciste bien en acabar con ella, iba a hacerlo contigo a la mínima. Sé que ahora tienes un lío montado, que vais a juicio. Lo sé porque llamé a Rebeca, ella ya sabe todo esto...
- Tu no tienes la culpa de que Carmen estuviera loca, no pasa nada...
- Bueno, sólo quiero decirte que voy a llevar tu defensa, te lo debo, en conciencia. No te preocupes por nada, canta que actuaste en legítima defensa.
- Gracias, de verdad.
Unos días después me dieron el alta, al llegar a casa todos nuestros amigos estaban esperándonos. Empecé la rehabilitación, con buenos resultados, según los médicos mi hombro se recuperaba muy bien. Aunque mi hombro me limitaba un poco, después de unas tres semanas, ya volví a trabajar. Alba venía a buscarme y traerme del trabajo todos los días. El primer día, en el descanso me llevó hasta la nave cuatro. Allí estaba el DBS que ella decía, gris titanio, un coche realmente elegante, pero a su lado, entre él y el F1, un coche realmente bajo y ancho estaba tapado con una funda. Antes de eso, eché de menos el GTO.
- Alba, ¿qué fue del GTO? 
-Tu padre se lo cambió a un coleccionista que tenía dos cómo el de la funda. ¿No quieres verlo? Anda ya lo "desembalo" yo que no quiero que te lastimes...
Ella empezó a quitar la funda con muchísimo cuidado, aquellas líneas agresivas sin concesiones a la elegancia no me eran desconocidas, aquel color rojo... era inconfundible, un F40. Casi me desmayo al ver aquella joya. El GTO me gustaba más porque era más antiguo, pero al F40, tampoco le ponía pegas, era impresionante y mucho más efectivo y salvaje que su predecesor. No pude evitar la tentación de sentarme en él.

Era espartano, por no tener no tenía ni cenicero, mejor, que si no pesaría más. Alba se sentó a mi lado, abrió el bolso y me extendió una hoja de papel. Era una carta de mi padre.

Me hubiese gustado enseñarte esto en persona, pero no pude, estoy en Suecia, Christian está diseñando unos contenedores especiales para llevar sus coches y lo estoy ayudando. El Aston y el F40 son ya nuestros, cuando quieras conducirlos, ya sabes.

- Juan, recupérate ya, que esta bestia está deseando que la conduzcas.
- A ver, dijo el médico que en un par de semanas estaré perfecto, ojalá
Salí de la nave, con la esperanza de que pronto conduciría esa bestia.
En un período de un mes, me dieron el alta y me enfrenté al juicio por lo sucedido en mi casa. La sentencia fue clara, obré en legítima defensa, movido por un miedo insuperable, según el juez. A la salida del juzgado, me encontré con mis amigos y familia. Le estreché la mano a Ricardo, en señal de agradecimiento y me despedí de él mientras se subía en su C63 AMG Coupé.
Esa misma tarde llamé a Alba, quedamos para dar una vuelta con el F40. Era impresionante, me intimidaba sólo con verlo. Al arrancarlo, su sonido era atronador, mejor que el del GTO, aunque fui con sumo cuidado, su altura es mínima, no era plan de romper el spoiler delantero a las primeras de cambio. Gozar de cada adelantamiento sintiendo la patada de los dos turbos soplando a mi espalda era inmejorable, su sonido, era increíble. Era violento de reacciones, como uno de aquellos Fórmula uno turbo de los años ochenta. Me di cuenta de que mi hombro aún no estaba al cien por cien, necesitaba un poco más de trabajo para estar como siempre. Aquel coche, causaba admiración, a su lado el Shelby era discreto.
Lo dejamos en la nave, aparcado junto al F1, la estampa de ver aquellas bestias emparejadas era sencillamente espectacular.
Al regresar a casa, no pude evitar pensar en lo cerca que estuve de morir, pero bueno, eso era el pasado. 
Los días fueron pasando, mi hombro se recuperó, y mis ganas de conducir el Shelby, eran cada día más grandes. No lo hice antes para no forzar mi cuerpo. Un sábado a la tarde, apagué el móvil, le dije a Rebeca que me iba a dar un paseo en el Shelby y salí de casa. Salí al cementerio para visitar a Laura, allí estuve poco tiempo, pero necesitaba ir allí. Al salir, puse rumbo hacia Mugardos, a ritmo tranquilo, primero atravesando la ensenada de O Baño, para pasar por A Redonda hasta el castillo de A Palma, allí di vuelta y decidí subir hasta Montefaro, la mayor altura al sur de la ría de Ferrol. Pasé por delante del monasterio de Santa Catalina, subí hasta la verja donde está el repetidor de televisión, muy cerca de las viejas baterías antiaéreas abandonadas. Aparqué allí. Cerré el coche y me puse a contemplar el paisaje. La ría de Ferrol lucía más espectacular que nunca, el sol brillaba en un cielo despejado que dejaba divisar, hacia mi izquierda, la Torre de Hércules y un poco del paisaje de A Coruña, también llamada la "ciudad de cristal". A mi espalda la playa de Chanteiro, y también a mi izquierda, aunque a menor altura, la batería de costa de Punta do Segaño. Una suave brisa no conseguía aplacar el calor reinante aquella tarde. Allí, ante la inmensidad del Océano Atlántico, yo era un punto insignificante, un ser solitario enamorado de lo que para algunos es un trozo de metal. Me quedé mirando al Shelby, de frente, con las manos metidas en el bolsillo. Lo rodeé, me quedé mirando su parte trasera, aún recordaba el estado en el que lo había encontrado, paso de dar pena a dar gusto viéndolo. Tantas horas de trabajo y alguna discusión con Rebeca habían merecido la pena. Aunque mi mayor logro en esta vida era mi hija, el Shelby fue el mejor trabajo que había llevado a cabo. Mi coche, era simplemente único, creo que tenía alma. Nunca otro coche me había seducido tanto como él. 
De pronto el sonido de un motor me sacó de mis divagaciones, me giré y vi un coche conocido, un M3 negro.
- ¡Hola Juan! ¿Dando un paseo?
- Sí, ¿cómo me has encontrado?
- Fui de visita sorpresa a vuestra casa, Rebeca me dijo que saliste y me acerqué hasta aquí, ella me dijo que te gusta mucho este lugar. Entonces vi a un tío moreno con patillas y una camiseta de la gira "Epitaph" de Judas Priest al lado de un Shelby, no hay muchos por aquí sabes...
- Cierto, me conocéis demasiado...
Ella se quedó mirando mi coche, entonces empezó a hablar.
- Bueno, mi antiguo 325 era más rápido que el Shelby, ¿el M3, le ganaría?
- No lo creo...
- Sólo hay una manera de saberlo, de aquí al centro de Mugardos, el que pierda, paga una ronda de Ribeiro y pulpo, ¿vale?
- Perfecto.
Nos subimos a los coches, ella estaba a mi derecha, sacó su brazo por la ventanilla y empezó a gesticular una cuenta atrás. Por la radio empezaba a sonar una canción de Rainbow, "Kill the King".
Me daba igual quien ganaría la carrera, el futuro me parecía lejano, aquello sólo era una partida entre amigos, el resultado era lo de menos. Mi futuro, también, sólo sabía que a mi lado tenía buenos amigos, una familia que me quería y un coche realmente único, el Rey de la Carretera: mi Shelby GT500KR.

domingo, 3 de marzo de 2013

Capítulo 24: Sangre y lágrimas

- Hola Juan, has tardado demasiado en llegar...
- Carmen, relájate, ya estoy aquí, no tienes motivos para seguir apuntándome...-
- Las cosas no son así, y lo sabes, anda entra, estás en tu casa. -Dijo con cierto tono irónico mientras sonreía-.
Era Carmen, la mejor amiga de Rebeca, ahora lo entendía todo. Si había alguna persona que conociese nuestras rutinas y tuviese prácticamente un acceso total a nuestras vidas, era ella. Fue la amiga de confianza de Rebeca, pero ahora quería eliminarnos a todos. Sabía que iba a morir, pero no quería hacerlo sin saber que la motivó a hacer lo que estaba haciendo.
- Pon tu móvil sobre la mesa, no intentes nada raro o te ventilo el cerebro.
- Tranquila -dije mientras sacaba lentamente el teléfono del pantalón y lo ponía encima de la mesilla de noche de la habitación de mi hija-. Ahí está.
- Muy bien, buen chico...
En ese momento miré a Rebeca, estaba de pie, con la niña en sus brazos, estaba llorando. Carmen no dejaba de apuntarme a la cabeza, intentaba respirar con la mayor tranquilidad, pero mi corazón latía desbocado. Entonces, la niña empezó a llorar. Carmen, sin dejar de apuntarme, miró a Rebeca.
- ¡Maldita niña! ¡Haz que se calle!
- Carmen, yo... - Rebeca, empezó a llorar aún más fuerte-.
- Carmen, tranquila, al que querías eliminar era a mí, ya estoy aquí...
- ¡Cállate! ¡Tu tienes la culpa de todo! Pero no te preocupes, yo también sé tomarme la justicia por mi mano ¿sabes? No eres tan bueno como aparentas ser. Ni siquiera sé cómo puedes dormir tranquilo después de haber matado a mi padre...
- ¿Tu padre? ¡yo no he matado a nadie! 
Ella se enfureció, sus ojos parecían estar inyectados en sangre.
- ¡Serás cínico! ¿Acaso el nombre de Guillermo Méndez no dice nada para tí?
Ahora lo comprendía todo, Carmen también se apellidaba Méndez, su padre era mi antiguo jefe. No lo sabía. Aunque era la mejor amiga de Rebeca, yo no sabía nada de su vida privada, Rebeca tampoco. Carmen sólo hablaba de su trabajo y de su vida personal, jamás de su familia. Ella me culpaba de la muerte de su padre, yo no lo había matado. Volví a mirar su cara. Aquella mujer que siempre me pareció un ejemplo de belleza, ahora me miraba iracunda empuñando una pistola, dispuesta a acabar con mi vida y la de mi familia con el movimiento de uno de sus dedos. Su mirada era intimidante, pero sus ojos reflejaban síntomas de que aquella mujer había descendido a la más profunda de las locuras, lo mejor de todo sería intentar tranquilizarla.
- Carmen, sabes que yo no he matado a tu padre -mientras decía eso, intenté hacer un gesto con las manos que inspirase confianza, pero ella me interrumpió-.
- ¡Cállate! ¡Cállate!
- Sabes que no fui yo...
- Debí acabar contigo hace mucho tiempo, tu acabaste con mi padre...
- Entonces, ¿eras tú quien me amenazaba?
- Sí... Cuando despidieron a mi padre por tu culpa, él decidió vengarse de ti. Su vida era su trabajo, pero tu vida era Rebeca. Tú le quitaste a él lo que más quería, y él te lo quitaría a ti. Pero la zorra de tu mujercita sobrevivió a ese accidente, qué suerte tuviste, Rebeca. La adorable y guapa Rebeca - dijo mientras me obligaba a colocarme de manera que pudiese ver a mi esposa de frente- la más deseada, la chica que se enamoró y que luego pasó de la que decía era su mejor amiga, ¡hasta que se casó y fue madre! Después, ¡yo dejé de existir para tí!
- Carmen, ¡eso es mentira! -dijo sollozando Rebeca-.
- Ya hablaremos luego tu y yo, rubia de mierda, ahora estoy hablando con tu maridito... Debí dejar que te colgases en el garaje, si aquel día te salvé fue porque tu amiguita Alba quería salvarte...
- Entonces ¿para que viniste?
- Muy sencillo... para acabar contigo, cuánto más fácil hubiera sido si esa entrometida muriese quemada en aquel coche... Pero no, Súper Juan tuvo que salir al rescate... claro... es la madrina de su hija, ¿por que no me lo pediste a mí, eh? Y las acciones del superhéroe no acaban ahí, antes también metió en la cárcel a un presunto maltratador y a otro que entró a robar en su casa...
- ¡Tu contrataste al ex novio de Laura! ¿Has sido tu, verdad?
- Claro, fui yo -dijo riendo histérica-, pero ese inútil metió la pata hasta el fondo, fue el último golpe que pudo dar mi padre, a los pocos días se murió, corroído por las ganas de verte muerto. Y tú, aún sigues vivo, debió pasarte por encima cuando te tiró de la moto.
- Así que tu padre le pagó a Borja para matarme, ¿y que pintas en todo esto? 
- Sí, mi padre lo hizo. Borja nos llamó un día, dijo que lo habían metido en la cárcel y que necesitaba un abogado, papá ya había muerto, y esa putilla de Laura también, a esa la maté yo... Cuando se fugó de la cárcel, yo le pagué todas las armas que necesitaba. Él me regaló esta pistola.
- A Laura ¿por qué?
- Esa puta estaba loca. Dijo que mi padre la acosaba sexualmente. Cuando me enteré de que estaba ayudándote, fui a por ella. Tenías que oírla cómo gritaba tu nombre cuando la encañoné, no eres un buen amigo... ¿Dónde estaba el superhéroe para ayudar a la chica guapa en apuros? No estaba, ¡qué pena! Algo típico de Juan, utilizar a alguien, y cuando obtiene lo que necesita, se olvida de esa persona.
- Tu la mataste... ¡Estás loca! ¡LOCA!
- Ella merecía morir, y fue más valiente que tu. Cuando le disparé, se quedó sonriendo, despues.. ¡Pum! un segundo tiro a la cabeza y ya está. ¡Así de fácil! Ahora es tu turno.
- No eres más que una loca amargada...
- Sí, estoy loca sí, pero por culpa tuya, ahora me voy a curar ¿sabes? En el momento en que te mate, volveré a ponerme bien, pero aún quiero hacerte sufrir un poco más.
Entonces ella se separó de mí, y se dirigió hacia donde estaban Rebeca y la pequeña Alba, fue caminando con paso lento.
- No, no, eso no... -dijo Rebeca-.
La niña seguía llorando, aquello me estaba matando por dentro, el llanto de mi hija y no poder hacer nada para tranquilizarla, me hacía hervir la sangre. Carmen cogió a la niña en brazos, Rebeca intentó detenerla, pero la apuntó con la pistola, no fue capaz de frenarla y Carmen le propinó una patada a Rebeca que hizo que cayese al suelo. 
- Si de verdad quieres a tu niña, quédate ahí, si haces todo lo que te digo, no le pasará nada...
Carmen dejó a la niña en la cuna, la arropó y empezó a tararear la nana de Brahms, pero la niña era incapaz de dormir. Ella empezó a hablar.
- ¿Sabes que eres una ricura? Sí, sí que lo eres, eres igualita que tu mamá, así que de mayor vas a ser una puta igual que ella. Y ellos no estarán aquí para cuidarte, no, porque los voy a matar, bueno, para que tu no sufras, tu también morirás hoy.
Esas palabras hicieron que me enervase, entonces empecé a hablarle.
- Yo no maté a tu padre, pero me alegro de que haya muerto, espero que ese cabrón haya pasado a mejor vida entre los peores sufrimientos que me pueda imaginar, hasta la tortura más cruel me parece poco para un desgraciado como él. Sí, menudo incompetente, la empresa lo despidió porque era un inútil. Siempre presumiendo, que si mi Mercedes esto, que si mi enorme casa lo otro... pero era un inútil baboso. Tener que abusar de la pobre Laura, cerdo asqueroso. Tu padre, sabes lo que era: un cobarde de tomo y lomo.
Carmen se puso roja de ira, se acercó a mí y me dio una bofetada.
- Vamos, es que no eres lo suficientemente valiente como para acabar lo que has empezado. Vaya, eres una fracasada, igual que tu padre.
Ella se quedó mirándome, seguía roja, mucho. Sus ojos demostraban que estaba llena de ira.
Entonces, agarré la mano en la que llevaba la pistola e hice que ésta apuntase a mi frente.
- Juan, ¡no! -gritó Rebeca-.
- Venga, ahora me tienes a tiro, yo destruí a tu padre. Yo te destruí a tí. Vamos, hazlo. Si tienes lo que hay que tener, dispara, ellas son inocentes, el culpable soy yo. Venga, ¡mátame de una vez!
-No Juan, no. Eso sería muy fácil, y no me gusta. Quiero que sufras tanto como sufrió mi padre, si te matase ahora, todo se habría acabado para ti, demasiado rápido. Así que... mejor será que veas como mueren tu mujer y tu hija.
Ella se giró con rapidez, primero apuntó a la cuna, Rebeca empezó a chillar de pánico, entonces apuntó a Rebeca, y disparó. El tiro lo falló, ahora Rebeca estaba en el suelo, aterrada, antes de que volviese a disparar, agarré a Carmen desde atrás, intentaba sacarle la pistola, pero ella se movía demasiado. Entonces, se giró y me disparó en el hombro izquierdo. En mi vida, jamás había sentido tanto dolor. Caí herido en el suelo, veía como la sangre teñía el blanco de mi camisa, sentía una sensación dentro de mí como si un fuego me quemase por dentro. Tenía mucha sed. Carmen vio como Rebeca gritaba, entonces empezó a jugar al "pito-pito" moviendo la pistola de la cuna hacia Rebeca y viceversa. Mientras estaba en el suelo, me dí cuenta de que mi navaja estaba en el bolsillo derecho del pantalón. El brazo izquierdo no podía moverlo, pero el derecho sí. Me levanté haciendo de tripas, corazón. Avancé lentamente hacia Carmen. Rebeca dibujó una mueca que hizo que Carmen dejase aquel macabro juego, estaba ya lo suficientemente cerca de ella como para poder clavarle la navaja. Carmen, movida por el gesto inconsciente de Rebeca, se giró y en ese momento, clavé mi navaja en su corazón, la saqué, y volví a clavársela, esta vez en el abdomen. 
Su mano se abrió y la pistola cayó al suelo, por su boca, empezó a brotar sangre, se echó las manos a la herida, pero era inútil, empezó a tambalearse y cayó de espaldas. Rebeca se puso de pie, alejó el arma del alcance de Carmen dándole una patada, y parecía acercarse a mí.
Me tenía en pie a duras penas, jadeaba, la adrenalina que me hizo poner en pie y disfrazar mi dolor estaba ahora dejándole paso, y la herida ahora me dolía de una manera más profunda. Miré a Rebeca, que tenía el teléfono en la mano, llamando a emergencias, y no pude más, llegó el colapso, caí.
Estaba en el suelo, mientras mi esposa explicaba lo ocurrido a Emergencias, con una mano trataba de taponar mi herida. Colgó y puso sus dos manos en ella, mientras tanto, nuestra hija no dejaba de llorar desconsolada, seguramente ya era consciente de que a su padre no le quedaba mucho tiempo de vida, estaba perdiendo mucha sangre.
- Juan, vas ponerte bien, ya lo verás cariño, la ambulancia está en camino -me dejo angustiada-.
- Pro... prométeme que vas a cuidar de la niña...
- No digas eso, te quiero, vienen ahora, aguanta un poco...
- Cuida de ella, no la veré crecer... os qui..quiero...
Entonces lo último que vi fue como mi sangre iba tiñendo el amarillo del oro de su alianza, sus gritos diciendo mi nombre y el llanto de mi hija, cada vez sonaban más y más lejanos, y una intensa sensación de desorientación y sueño se iban adueñando de mí. Lo último que noté, antes de que el telón se cerrase, fue la caída de una lágrima de mi esposa sobre mi mejilla.

Continuará...