jueves, 31 de enero de 2013

Capítulo 15: Sin perdón

Desde que mi hija había nacido, las noches se me hacían más cortas. Hasta volví a dormir tranquilamente aunque sus llantos reclamando una toma de pecho me despertasen. Me pasaba las horas libres mirándola dormir en su cuna, con gran alegría para mi mujer, que así no tenía que arrancarme del garaje. Las visitas a casa no paraban de llegar, todos nuestros amigos y vecinos nos colmaban de regalos. Los días libres que me dieron para estar con ella se me hicieron muy cortos. Nuestra familia y nuestros amigos estaban siempre allí, ofreciéndose para todo. De hecho, Carmen hasta sintió agudizado su sentido maternal y nos pidió un sábado poder lavar a la niña. Y su madrina, Alba, encantada también, no había fin de semana en el que no se acercase a casa y se pasase horas y horas con su ahijada. Sin duda fueron días muy felices en mi casa. Me hacía falta, llevaba algo más de un año viviendo un auténtico calvario, amenazas, intentos de asesinato, casi pierdo a la mujer de mi vida... necesitaba ser feliz y ahora casi lo era. Sí, casi, porque toda la mierda que se me estaba cayendo encima me estaba pasando factura. Aunque ahora, no volvería intentar colgarme, tenía muchos motivos para seguir adelante. Lo duro es vivir, encarar los problemas de frente e intentar solucionarlos, colgarse o meterse un tiro en la cabeza, es la solución fácil, y equivocada.
Fuera de la felicidad de mi hogar, había acudido a varias concentraciones y salones de clásicos. En una de ellas, mi Shelby llevó el premio al coche más espectacular del salón. fue algo increíble, el mejor premio a mi trabajo y esfuerzo. Cada vez lo usaba menos, lo dejaba para los fines de semana, a diario iba a trabajar o a la compra en el GT-R. Era el japonés una máquina realmente utilizable a diario, lo mismo dicen del 911, pero el alemán no pasa tan desapercibido como el japonés. Aún así, echaba de menos las miradas de la gente cuando llevaba mi Shelby. El Rey de la Carretera no pasaba desapercibido, su atronador sonido era el mejor anuncio de su imponente presencia. Pero en ese salón me volví a encontrar con uno de mis ídolos, K.K. Downing, que estaba de vacaciones. Cenó un día en nuestra casa, una persona realmente amable y modesta, que tuvo la gentileza de firmarme uno de mis discos favoritos, "British Steel", un vinilo que me había regalado Rebeca por nuestro primer aniversario de novios.
En la empresa seguía urdiendo mi plan. Estaba recopilando toda la información posible. Según la normativa de la empresa, la asesoría jurídica tenía como misión tanto la defensa judicial de la empresa como el asesoramiento jurídico de la misma. También el asesoramiento legal de aquellos trabajadores que tuviesen problemas relacionados con el trabajo, pudiendo actuar de oficio en caso de conocer por mi mismo algún asunto. Eso era lo que hice, descubrí un delito, el fraude documental y falsificación. No estaba seguro sobre quien era su autor, pero desde luego el jefe de Recursos Humanos era responsable de la custodia de aquellos documentos que estaban manipulados o, directamente, no estaban. Había sido bastante negligente en su puesto de trabajo, y cada vez estaba más seguro de que él era el responsable de mis amenazas, y seguramente también del acoso sexual a Laura. Ella por su parte, estaba mas relajada, había venido a nuestra casa varias veces para ver a nuestra hija.
Deseaba volver a casa para estar con las dos mujeres de mi vida, aunque Rebeca se había vuelto un poco histérica, tenía miedo de ser una madre inepta, no lo era, era una madraza, atenta y cariñosa. Otra cosa que la volvía loca era perder la figura, no sé por qué, todas sus amigas le decían la verdad, que la estaba recuperando de manera envidiable, pero ella aprovechaba los momentos en que la niña se dormía para hacer una serie de abdominales.
Un sábado a la tarde recibí una llamada de teléfono.
- Juan, soy Laura, ¿estás libre esta tarde?
Su voz parecía nerviosa.
- Sí...
- Bueno, pues tenemos que quedar, te debo un gran favor, te voy a devolver lo que hiciste por mí, sé quien te está amenazando, nos vemos en la cafetería del primer piso del centro comercial a las cinco ¿vale? ven sólo, ten mucho cuidado por favor.
Ella colgó. Me quedé blanco y empecé a sentir un ligero mareo. Me cambié de ropa y me dirigí al centro comercial en el GT-R. Al llegar allí, en el primer párking, enseguida vi el Mini de Laura, aparqué cerca, miré si ella estaba en el coche, no estaba. Subí al primer piso y entré en la cafetería, estaba desierta. Si se trataba de una broma no tenía muy buen gusto. La camarera me atendió, pedí una cerveza y me quedé allí esperando a Laura. Miré mil veces mi teléfono, ni una llamada perdida, ni sms, tampoco ningún whatsapp. 
- Vaya, parece que tiene una cita. Dijo la camarera buscando entretenerse un poco ante la total ausencia de gente en el local.
- Si, pero parece que la otra parte es impuntual... la tenía a ella por una persona más formal...
- Por casualidad, ella no sería una chica rubia, teñida, muy guapa y agradable, creo que se llama... ¿Laura?
- ¡Sí! ¿la conoce?
- No, entonces usted debe ser Juan -asentí- bien, estuvo aquí, se fue hace menos de cinco minutos, se la veía con prisa, dijo que lo esperaba en el párking.
Saqué un billete de cinco euros y pagué mi consumición, le dije que se guardara el cambio, y salí corriendo al párking, no sé que pasaba, pero mucha gente iba corriendo hacia allí también. Cogí las escaleras y bajé lo más rápido que pude. Al llegar al párking vi un montón de gente arremolinada cerca de donde estaba mi coche. Vi una ambulancia y empecé a temblar. Me hice un hueco entre la gente y fui mirar. No, no podía ser, no podía ni quería creerme lo que estaba viendo, eso sí que no. Laura yacía en un charco de sangre al lado de su coche, tenía dos disparos, uno en la cabeza y otro en el pecho. Estaba boca arriba, tenía una sonrisa enigmática en la cara. Su bolso estaba a su lado, con la mano izquierda aún aguantaba su móvil. Le dije al policía que estaba allí que yo conocía a esa mujer, le di los datos que sabía de ella. estuve hasta que llegaron el forense y el juez a la escena. Llamé a mi esposa y a Alba para darles la noticia, había muerto por mi culpa, qué imbécil era. Miré a sus fríos e inexpresivos ojos, sentí como una puñalada, algo que quemaba mi interior. No pude aguantar más, corrí detrás de unos coche y vomité apoyado en una pared. de pronto me di cuenta de una cosa, volví al charco de sangre que aún quedaba allí, todos se habían ido. me agaché y metí mi mano derecha en la sangre que Laura había derramado por mi culpa, me levanté y cerrando el puño juré que me vengaría del desgraciado que la había matado, no saldría impune de ese crimen.
Al llegar a casa, Rebeca estaba muy afectada. Lo primero que me dijo fue que me animase, que yo no tenía la culpa de nada. Llamé al tanatorio, quería saber donde velarían sus restos. No lo harían hasta el día siguiente, su entierro sería el lunes.
Tras una noche más sin dormir, me vestí para ir al tanatorio. al llegar allí me sorprendió la poca gente que había, Alba ya estaba allí. Una chica se acercó a nosotros, nos preguntó quienes éramos. Al contestar que éramos compañeros de trabajo, la chica nos identificó rápidamente, dijo que de la únicas personas que trabajaban con ella de las que hablaba con respeto era de nosotros dos y de Ricardo. Aquella chica era su prima, Laura no tenía familia, sus padre murieron siendo ella una niña y la criaron sus tíos, ahora vivía con su prima. Ella también nos contó que la estaban amenazando desde hace mucho tiempo, y que aún seguían haciéndolo. A la tarde volví al velatorio, había poca gente, de la empresa, sólo estábamos Alba, Ricardo y yo, parece que Laura no caía muy bien. Empecé a sentir una sensación de asfixia, tuve que salir de allí, me fuí corriendo ante el asombro de mis amigos, Alba salió corriendo detrás de mí, me gritaba que parase, pero no podía. Me subí al coche, arranqué y me fui de allí, ella hizo lo mismo y empezó a seguirme, no podía correr mucho, había muchos coches, pero los esquivaba y Alba también, no podía despegarme de ella. Cogí la carretera y puse rumbo hacia A Capela, necesitaba ir a una carretera que conocía bien, no por experimentar el placer de conducir, ahora necesitaba estar solo. Allí estaba, la carretera de la subida al Eume, yo la hice en sentido inverso, bajando a la central eléctrica. Aceleré y empecé a descender aquella concatenación de curvas a toda la velocidad posible, miré por el retrovisor, nadie me seguía. Hice todo el recorrido y aparqué el coche a la entrada de la central. Nunca hay nadie vigilándola. Entonces allí, en el fondo del valle, me apoyé en la barandilla, mirando la enorme fuerza con la que el agua hacía gira las turbinas. Salía de la sala de turbinas a una velocidad capaz de desintegrar a una persona en segundos. El ruido era muy alto, pero aún así, me parecía escuchar la voz de Laura pidiendo que vengase su muerte. de pronto un ruido de motor me sacó de mis pensamientos, ni siquiera me giré para ver quien era. El ruido de motor cesó, se oyó como se abría y cerraba la puerta y unos pasos apurados. Era Alba, me había seguido, no venía sola, Rebeca venía con ella.
- ¡No lo hagas! ¡¡¡no te tires!!!
- No iba a tirarme, tranquilas.
Rebeca corrió y me abrazó.
- Pensé que ibas a hacer una locura -dijo Alba-.
- No, qué va, ahora no tengo motivos para matarme, tengo mucho por lo que vivir.
- Lo de Laura fue un accidente, no tienes nada que ver -afirmó Rebeca-.
- No te rayes Juan, no fue tu culpa, no quiero verte así, quiero ver al Juan que vi en el Nordschleife, firme, seguro de sí mismo.
-Gracias por todo, sé que no fue culpa mía, pero me siento fatal, estoy destrozado, necesito descansar.
Entonces decidimos volver a nuestras casas.
El lunes, a las cinco de la tarde nos dimos cita en el cementerio, poca gente acompañó a la escasa familia de Laura. Mientras descendían el féretro de Laura, yo cogí una rosa de uno de los ramos, le dí un beso y la arrojé al nicho. La flor aterrizó encima del ataúd, mientras volaba dije en voz muy baja un "adiós Laura, adiós". Visité varias veces su tumba, me remordía la conciencia.
El día siguiente a su entierro, en la empresa, me dirigí a su mesa. Estaba tal y como ella la dejó. Siempre ordenada y limpia, deposité una carta que había llegado, como si ella fuese a volver en cualquier momento y eché agua a las flores que siempre tenía para adornar su puesto. 
Una semana después de su entierro su prima, que se llamaba Rocío, me llamó, dijo que quería hablar conmigo. Fui a su casa y ella me abrió la puerta, sus ojos demostraban que había estado llorando. Ella me invitó a entrar y tras ofrecerme algo de beber, invitación que decliné, me dió un gran sobre marrón de papel, de esos que tienen papel de burbujas en el interior como protección. En el sobre sólo ponía "Juan". 
- El sábado que se fue, me dijo que si le pasaba algo, que te diese este sobre. Parece que ella sabía que no volvería nunca más.
Tras decir eso, Rocío se echó a llorar. La abracé y salí de su casa una vez ella se tranquilizó. Al volver a mi casa, estaba solo, Rebeca había salido con nuestra Alba a casa de sus padres. Al abrir la puerta, un sobre de papel blanco de considerables dimensiones estaba en el suelo. Otra vez, lo sabía una nueva amenaza. Antes de ver la nota me fijé en que había un CD, era grabado, tenía puesto en letras mayúsculas la etiqueta "Audio". Puse el CD en el reproductor y empezó a sonar una canción, que no podía ser más macabra teniendo en cuenta la ocasión, "Te visitará la muerte", de Obús.
Apagué el reproductor y rompí el CD, revolví en el sobre para coger la nota. La nota también era muy explícita, era una foto del cadáver de Laura, en el suelo del aparcamiento. Por detrás pegaron un trozo de papel con las típicas letras Times new roman. el texto me estremeció:

Ella sabía demasiado. ¿Qué se siente al tener las manos manchadas con la sangre de una persona inocente? ¿Podrás dormir tranquilo? Tú serás el siguiente.

Rompí la nota, la tiré a la basura y en ese instante volvían mi esposa y mi hija a casa. Mi cara tenía que ser un poema, porque Rebeca enseguida se dio cuenta de lo que pasaba. Subí al desván a buscar una cosa mientras mi esposa acostaba a la niña. Allí estaba, en el viejo baúl de mi abuelo, la escopeta Remington 870. La cargué, accionando el guardamanos con la escopeta en posición vertical, en plan película americana de acción. La cogí con ambas manos, al darme la vuelta, Rebeca estaba allí, empezó a temblar.
- ¿qué... qué vas a hacer con eso?
- Matar al hijo de perra que mató a Laura y viene a por nosotros.
- No, ¡por favor! Te lo suplico.
- No me pidas eso, si ese tío se atreve a poner un pie aquí le vuelo la cabeza.
- Juan, por favor, no hagas eso.
- No te pongas así, ese desgraciado la mató a ella y quiere vernos a nosotros enterrados. Esconderé la escopeta en el garaje, no te preocupes, cuando todo esto pase, la llevo a inutilizar, no me desharé de ella, fue de mi abuelo.
- Vale, pero ponla en un sitio dónde yo no la vea, sabes que no me gustan las armas. Todo este asunto me da mucho miedo.
La abracé intentando consolarla. Ahora, que viniesen a por mí si se atrevían, estaba preparado para todo. 

Capítulo 14: Una nueva vida

- Cariño, ¿sigues despierto?
- Sí.
- ¡Apura! pon tu mano en mi barriga, ¡la niña está dando pataditas!
- ¡es cierto! seguro que está haciendo kárate jajaja.
Ella de pronto se puso más seria. Su sonrisa se borró y se acercó a mí.
- ¿qué te pasa?
- nada, intenta dormir, ya es muy tarde.
- ¿sigues preocupado, verdad?
- Duerme.
- No quiero, no puedo dormir viéndote así. Sigues dándole vueltas a lo del tío que le diste una paliza ¿me equivoco?
- No.
- Mira, te pasaste, la justicia no funciona correctamente, pero eso no te da carta blanca para ir por ahí dando palizas a quien se las merece. Has hecho algo bueno, sí, pero no de la mejor manera posible. ¿y si ahora busca vengarse de tí?
- Me da igual, como si me mata, pero no toleraré que os hagan algo a vosotras.
- ¡¿Qué?! ¿estás escuchando lo que dices? ahora te necesitamos más que nunca, ella está a punto de nacer -empezó a llorar- ¿quieres que se críe sin padre? 
- No, por supuesto que no. 
- bueno, pues deja de hacer el tonto, y piensa dos o tres veces las cosas antes de actuar por impulsos.
- Lo hago para protegeros, juré el día de nuestra boda protegerte, y eso haré.
- deja ese rollo, por favor, ¡te lo suplico!
- Vale, está bien.
Aquella conversación me hizo darme cuenta de que lo del ex novio de Laura había sido una locura, que pudo acabar muy mal. Sin embargo, no me arrepentía en absoluto de haberlo hecho. Miraba a mi esposa, tumbada de lado, todavía seguía mirándome, sus ojos brillaban por la acción de las lágrimas. Me seguía pareciendo tan bella como de costumbre, acaricié su pelo, me acerqué a ella y rodeé su cuello con mis brazos, ella tiró un poco de la sábana para acercarse, puso sus pies sobre los míos, apoyó su cabeza en mi pecho y empezó a dormir. yo, sin embargo, para no variar, no pegué ojo.
A la mañana siguiente me desperté antes que ella. Bajé a la cocina en silencio y preparé el desayuno. Necesitaba café, cuanto más fuerte, mejor. suelo tomarlo con leche, pero necesitaba una dosis de cafeína realmente potente. Ella bajó, con una cara de dormida que hacía pensar que aún no estaba despierta y había bajado sonámbula las escaleras. Aún así, con el pelo enmarañado y con los ojos entreabiertos, sonreía. Desayunamos con calma y después de la ducha, nos fuimos al trabajo.
El tiempo fue avanzando, con tanta rapidez que faltaban poquitos días para que mi esposa saliese de cuentas. En el trabajo, nada interesante, ahora había más gente que me miraba mal. Sin duda el de Recursos Humanos sabía algo más de lo que decía. Todo estaba muy tranquilo en apariencia, pero el jefe de ese departamento ahora tenía miedo, estuve investigando un poco más, faltaban documentos, otros habían sido manipulados de una manera un tanto burda, y lo más chocante, había más quejas sobre acoso sexual, un par de ellas calificadas como "trato indecoroso hacia una compañera de trabajo". Miré si había alguna interpuesta por Alba. No había ninguna, respiré tranquilo. La última tenía casi dos años, fue interpuesta por la antigua intérprete, Carla. No sé lo que la empujó a abandonar la empresa, pero por desgracia, una terrible enfermedad había acabado con ella. me hubiese gustado hablar con ella ahora, aunque recordando bien, ella era muy reservada e introvertida, no creo que quisiese hablar del tema, sobre todo teniendo en cuenta su carácter y el infierno que el acoso supone. sólo espero que allá donde esté, esté bien y en paz. Al jefe de Recursos Humanos lo tenía ahora pillado por las pelotas. Mucho hablar de la Ley de protección de datos, pero muy poco conocía del Código Penal. Tenía un plan para él, pero aún era demasiado pronto para llevarlo a cabo. otra cosa que me llamó la atención en el archivo, fue el hecho de que muchos documentos importantes, estaban inventariados pero fisicamente no aparecían. Era posible que alguien se los hubiese llevado temporalmente para fotocopiar, aunque, también sería posible que los llevasen a destruír. Ahora me daba cuenta de que esa empresa tenía mucha mierda que ocultar. Y que la malas miradas que recibía eran provocadas no sólo por la mala fama que tenía, sino también por la rectitud por la que también era conocida mi manera de afrontar las cosas. Aquella semana tuvimos un juicio, un supuesto despido improcedente, lo ganamos, despedir a alguién que se pasa su turno de trabajo tomando café, emborrachándose y roncando en las taquillas, no es causa de despido improcedente.
Ese día, me tocó trabajar por la tarde, era viernes, los viernes nunca me quedaba a trabajar por la tarde, salvo que a la mañana hubiese juicio. Sobre las ocho de la tarde llamaron a la puerta de mi despacho, entró Alba.
- ¡Hola! ¿puedo entrar?
- Claro, pasa.
- Venía a pedirte un favor, si no es molestia...
- Si está de mi mano...
- ¿Podrías acercarme a casa? Es que tengo el coche el taller haciendo la revisión y les falta no sé que pieza. Aparte Andrés hoy llega muy tarde... no te importa ¿verdad?
- Claro que no, faltaría más.
Unos diez minutos después bajamos al párking de la empresa, avisé a mi esposa de que llegaría un poco más tarde y en ese momento Alba recibió una llamada de teléfono. Andrés iba a salir a recogerla, ella le dijo que ahora no era necesario, que ya iba en camino de casa. En aquel momento ella empezó a mirar mi coche, íbamos en el Shelby.
- Por dentro es más bonito que por fuera. Pero es mas lento que mi coche... -dijo sonriendo intentando picarme-.
- Desde que lo arreglé es más manejable, ahora te ganaría.
- Cuando me lo entreguen lo comprobamos, es muy bonito, pero mi coche es mejor.
- ¿Puede sonar tu coche así? 
Estábamos en un semáforo, di un gran acelerón al aire. El sonido era ensordecedor y amenazante, el suelo parecía retemblar, el Apocalipsis había llegado a las calles. Ella me miró asustada mientras yo sonreía, aquel sonido era inmejorable. Llegamos a su edificio, en el portal su chico estaba esperándola, lo saludé con la mano y me quedé un instante contemplando aquella escena. Ella de puntillas, rodeando su cuello con los brazos, y los brazos de él rodeando su cintura, fundidos en un beso. Muy bonito, me recordaba una escena de película, o mi propia vida. Debía ser uno de esos momentos en los que el tiempo se detiene y todo te da igual, porque en ese instante no hay nadie más feliz que tú. Por un instante se me ocurrió dar un acelerón a mi Shelby y asustar a la enamorada pareja. Pero era mejor irse de allí, lo más discretamente posible y dejarles disfrutar de su momento.
Al día siguiente, después de comer, estaba medio adormilado en el salón, cuando oí los gritos de mi chica, desde el baño. Fui corriendo allí, pensé que se había lastimado con algo, pero ella parecía estar contenta.
- ¿Qué pasa?
- Tenemos que ir al hospital, he roto aguas.
Enseguida cogí la bolsa que ella había preparado previamente, la silla de bebé regalada por mis padres ya estaba en el coche de ella. La ayudé a subirse al A3 y puse rumbo al hospital. En comparación con el Shelby o el GT-R, su motor me parecía excesivamente perezoso. Al llegar a urgencias, llenas de gente, como de costumbre, nos atendieron muy rápidamente. me mandaron esperar en una sala aparte. Allí se oían los gritos de otra mujer, no eran los de mi chica. Un médico se me acercó, me dijo que si era el marido de Rebeca, que me lo tomase con calma, las madres primerizas suelen tardar un poco más en dilatar. Mis nervios iban en aumento, tanto rato sin saber nada me hacía ponerme en lo peor. De pronto, una enfermera salió corriendo, me llamó y me hizo entrar. Allí estaba ella, la mamá, con la cara desfigurada, sudando, aún jadeaba del esfuerzo, y nuestra hija, una preciosa niña, muy grande según los médicos, pero llena de vitalidad, llorando sobre el pecho de su mamá. No pude evitar acercarme a ellas, ambos, padre, madre e hija llorábamos, unos de emoción y otra por la palmada. El médico felicitó a la recién estrenada mamá, según él, para ser primeriza fue muy valiente y apenas chilló nada, y eso que rechazó voluntariamente la epidural. Mientras se llevaban a nuestra niña a lavar, medir y pesar, me quedé con mi esposa, agarré su mano y miré a sus ojos:
- ¿Cómo estás?
- Muy cansada, pero feliz.
- Yo también estoy muy feliz. Pero ahora tengo que confesarte una cosa.
- ¿el qué?
- Hay otra mujer en mi vida, y creo que voy quererla más a ella -durante un segundo ella se enervó, no cogía la broma- me refiero a nuestra hija. 
Trajeron a nuestra niña, era increíble, no podía dejar de mirarla. Nos avisaron de que en una hora nos subirían a planta. Al ser sábado, no le daría el alta hasta el lunes. Avise a todos mis amigos y a nuestros padres. A la tarde la habitación ya estaba llena de gente, regalos y flores. Ella no podía estar más feliz, y yo tampoco. Salí un rato de la habitación, bajé a la cafetería a por una botella de agua. Al llamar al ascensor, alguien me tocó el hombro. Era Alba, llevaba una bolsa de papel rojo enorme en la mano. Andrés se acercó a mi y me estrechó la mano. Ella empezó a hablar.
- ¡Hola! iba a preguntar, pero ahora que te veo, ya nada, ¿en qué habitación está?
- 223. 
- Vale, ¡enhorabuena papá!
- Muchas gracias -dije mientras entrábamos en el ascensor-. ahora tengo miedo, no sé que tipo de padre seré, no sé si estoy preparado.
- bah, no te rayes, va a ser un padre estupendo.
Entramos en la habitación, en ese momento, la visita que estaba allí, unos tíos míos, decidieron marcharse. Alba fue hacia la cama, le dio un beso a Rebeca y se quedó mirando a la niña.
- ¡Qué preciosidad! es tan mona que dan ganas de comérsela. Tiene el pelito de su mami, pero los ojos yo creo que son los de Juan.
- Sí todos dicen lo mismo, pero habrá que esperar a que crezca.
- Seguro que será guapísima, por cierto, ¿ya tenéis pensado su nombre?
Yo me había puesto al otro lado de la cama, a espaldas de Rebeca, tenía mi mano derecha sobre su hombro. En ese momento nos miramos, sonreímos y dijimos a coro.
- Sí, se va a llamar Alba.
- ¡Ay! ¡qué ilusión! se va llamar como yo. en ese momento no pudo contener la emoción y una lágrima empezó a salir de sus ojos.
- Sí, aparte, nos gustaría decirte otra cosa -dije yo-.
- Juan dice que tu eres para él como su hermana pequeña, por lo bien que te has comportado con él cuando, bueno ya sabes, cuando yo tuve mi accidente... así que nos gustaría que tu fueses su madrina.
-Claro, encantada. Se acercó a la niña y le dio un beso con mucho cuidado de no despertarla. Era realmente tranquila. Entonces Alba, la recién estrenada madrina, nos entregó la bolsa, era un oso de peluche, enseguida lo pusimos al lado de la niña, que se despertó y tras tranquilizarse, se abrazó a su regalo. Parece que le gustaba.
El lunes llegamos a casa con nuestra pequeña.Nunca en vida había conducido con tanto cuidado, tenía una jovencísima vida entre mis manos. La instalamos en su habitación. Miraba con curiosidad aquella habitación, intentaba levantar la cabeza para ver mejor, era curiosa, pero sus pequeños músculos aún no podían con el peso de su cabecita. Me pasé horas mirándola dormir en su cuna, no podía ser mas feliz. Una nueva vida empezaba en mi casa. 
Cuando ella tenía aproximadamente dos meses, la bautizamos. Sacamos una foto a la puerta de la iglesia con ella, en los brazos de su madre, yo a su derecha, y flanqueándonos, Alba y mi suegro, los padrinos. Todos sonreíamos en aquella escena, aunque a mi pequeña Alba, poco más se le veía que le cabeza, cubierta por el mantón que mi madre le había hecho con sus propias manos expresamente para la ocasión. Una copia de esa foto, enmarcada, está en la mesa de mi despacho. Aunque mi empresa no era precisamente el lugar más agradable del mundo, había algo que me empujaba a seguir allí, ella.
Ahora Alba, mi hija, era el centro de mi universo, no había nada más importante que ella.

Capítulo 13: La caza

Era hora de recordar quien me debía favores. Para ello había que desenterrar una parte de mi vida de la que no me sentía muy orgulloso, una época en la que si no llega a ser por Rebeca, yo hubiese acabado en la cárcel o en el depósito de cadáveres. Pero estaba desesperado, necesitaba un clavo ardiendo al que agarrarme. hace años, cuando tenía dieciocho fui miembro de una banda de moteros. No pasé de ser poco más que un prospect, pero enseguida me gané el respeto y la confianza de mis superiores en la banda, sabía tener el pico cerrado, y como estudiaba Derecho, podía sacarlos de algún lío. Abandoné la banda por petición del presidente, me dijo que un chaval como yo no debía estar en esa banda, sería cuestión de tiempo que acabase con antecedentes penales y se me cerrasen todas las puertas en el futuro. Dijo que no quería que un chico tan joven como yo arruinase su vida tan pronto. Lo hice, y siempre me consideraron su amigo, un supporter, siempre me saludaban por la calle y me decían que estaban en deuda conmigo por un asunto de agresiones, mi primer juicio. Decidí que era hora de romper con mi promesa de no pedir que me devolviesen el favor. Entre en su sede, llamé a la puerta.
- ¡Buenas! ¿sigo siendo bien recibido por aquí?
- Claro que sí -me dijo el presidente mientras me daba un apretón de manos y un abrazo-. Hace mucho que no te veíamos, espera que llamo a los chicos para que vengan a saludarte.
- Déjalos, me iré pronto, vengo a pedirte una cosa.
- Lo que sea, estamos en deuda contigo, y sabes que soy de palabra.
Le conté toda la historia, como a mí, le pareció un asunto muy extraño, pero decidió localizar al exnovio de Laura. Llevaría tiempo, pero llegaríamos a él.
El tiempo fue pasando, y el embarazo de mi esposa evolucionaba perfectamente. La ligera barriguita había pasado a la historia y ahora el embarazo era más que evidente. Yo seguía haciendo imposibles para cuidarla. Siempre que podía la acompañaba al ginecólogo, en todas las revisiones estaba yo acompañándola. Habían pasado nada menos que cuatro meses, y ya estaba deseando que naciese. Fuimos a una de las revisiones, al hacer la ecografía, la doctora, una mujer muy agradable y aún joven, se dirigió a nosotros.
- ¿Tenían alguna preferencia sobre el sexo del bebé?
- Yo no -dijo Rebeca- no sé si él...
- Yo tampoco doctora, sólo quiero que sea sano.
- Por eso no se preocupen, está perfecto. Sólo que en está ecografía se ve tan claro que me da pena no decirles el sexo de la criatura...
- Bueno, pues adelante...
- Enhorabuena, es una niña.
Cogí la mano de mi esposa, nos miramos, apenas podía verla, estaba tan emocionado que empecé a llorar, ella también. Tendríamos una niña, sinceramente me daba igual el sexo, pero deseaba que poder tener ya a aquella niña entre mis brazos. Al salir de la consulta Rebeca empezó a hacer planes, deberíamos comprar ya algo de ropa, decorar un poco más la habitación para una niña, ella pedía que el blanco de aquella habitación pasase a ser un rosa claro. En el trabajo, al saber la noticia invité a mis amigos a algo, había que celebrar que mi primogénita estaba en camino. Ahora la futura mamá decía ya sentir alguna patadita.
El tiempo fue pasando y un día, a la noche recibí una llamada de teléfono, aunque era tarde, lo cogí sin miedo alguno a que fuese una amenaza.
- Juan, tenemos localizado al montón de mierda que quiso matarte. ¿Te encargas tu de él o lo hacemos nosotros?
- Dejádmelo a mí, pásame la dirección, mañana a la noche iré a por él.
- ¿necesitas ayuda?
- No me vendría mal tu ayuda.
- Vale, mañana a las diez quedamos en el bar.
Aquella noche tampoco dormí, estaba deseando partirle el cuello al desgraciado aquel. Aparte de intentar matarme a mí, le pegó a una mujer. No entiendo por qué un hombre le pega a una mujer. Si lo hace para sentirse más hombre, creo que está equivocado, un hombre de verdad no le pega a una mujer, un hombre se siente un hombre de verdad cuando la hace feliz, al menos esa es mi opinión. Aquel día pronto se acabó, al siguiente le dije a Laura, tal y como había prometido que sus problemas pronto se iban a terminar, en un par de días. Ella no parecía muy convencida, pero yo estaba seguro de que nuestros infiernos personales se iban a acabar muy pronto.
Llegó la noche y le monté una escusa a mi esposa, cogí mi Shelby, el bate, y me dirigí hacia el bar. Allí me estaban esperando los miembros de mi antigua banda. Tras saludarlos, me monté en el coche del presidente, por el camino empezó a hablar:
- ¿Cómo nos lo montamos?
- Tu haz guardia en la puerta del cerdo, yo entró, hago mi parte, y después nos vamos. ¿cogiste la cadena que había en mi coche?
- Sí tío.
- Muy bien...
Llegamos a la casa de aquel tío, una casa pequeña, tenía más pinta de chabola que de casa. Fuera había un coche aparcado, no había duda, un Lada priora negro, con matrícula extranjera, de un país del este. Sin embargo aquel mierda hablaba un correcto castellano, seguro que se fue a un país de esos para huír de la justicia española, esos países no suelen tener tratados de extradición con España, y la corrupción es mucho mayor, todavía, que aquí.
Llamé a la puerta, tenía el bate escondido tras mi brazo izquierdo, el tío abrió la puerta, me reconoció, intentó cerrar, pero le dí una patada a la puerta, abriéndola y tirando a aquel imbécil al suelo. intentó levantarse pero le dí una patada en los genitales, ví con sádica satisfacción como se retorcía de dolor.
- Hola mamón, ¿te acuerdas de mí? tras decir eso golpeé sus piernas con el bate. lanzó un grito. Lo golpeé con más fuerza, y vi que a mi lado había una minicadena, la encendí y empezó a sonar a todo volumen "All my friends are dead" de Turbonegro.
- Lo pasabas bien pegándole a una chica ¿verdad? y ahora ¿qué te parece? 
me agaché y empecé a golpear su cara a puñetazo limpio, noté como mis nudillos hundían su tabique nasal, como sus labios, reventaban, como uno de sus dientes caía de su boca. la sangre salía a borbotones por su nariz y su boca, cada vez que intentaba respirar, recibía un golpe. Decidí tomar un descanso, el cerdo cogió aire y empezó a hablar:
- Vale, aprendí la lección. pero yo no soy quien te está amenazando ahora. Me pagaron para que te tirase de la moto, pero yo no te estoy amenazando, el tio que me pagó es quien te amenaza, no yo...
No quise oírlo, puse mi pie en su entrepierna, apreté y el empezó a gritar como el cerdo que era en la matanza. Seguí golpeándolo, ahora era por mí.
- ¿quien te pagó? ¿quién?
- No sé sólo hablé con él por teléfono, me ingresó el dinero en el banco....
- ¿cómo se llamaba?
-No lo sé, lo juro, deja de pegarme, por favor...
- tranquilo, vine aquí por Laura, ahora vas a pagar todo lo que debes pedazo de mierda... le dí un golpe con el bate en la cabeza y lo dejé inconsciente. 
Metí a aquel tío en el maletero de su coche, le cogí las llaves de un colgador, le di señal al presidente de irnos y que me siguiera con su coche. Puse rumbo a los juzgados, al llegar allí, saqué al imbécil del maletero, le pedí las cadenas al presidente, y amarré al tío a las puertas del juzgado.
- Mira, ahora vas a pagar por todo lo que hiciste, considérate afortunado de que no te haya matado. te meterán en una bonita celda, y tu compañero seguro que se hace muuuy amigo tuyo en las duchas, cuando te ponga el culo como la bandera de Japón. Como digas quien te ha hecho esto, juro que te mataré.
Daba pena verlo, con la cara desfigurada, encadenado en las barandillas de la escalera del juzgado, se había orinado encima cuando le pegué. me daba igual. Ahora iba a pagar.
Volví a casa y pensé en todo lo que hice esa noche, había dado una paliza de muerte a una persona, y había disfrutado haciéndolo, eso me daba miedo. Quizás de quien mas miedo debemos tener sea de nosotros mismos.
Al día siguiente en todos los telediarios salió la noticia de que un hombre que estaba en busca por parte de la policía española apareció encadenado a las puertas del juzgado, el propio encadenado afirmaba que lo entregaron los de su banda a modo de ajuste de cuentas. Le confesé lo ocurrido a mi esposa, ella se echó a temblar, me gritó, tenía razón, fue una locura.
El juicio empezó pocas semanas después, acudí a el como audiencia pública, el ex de Laura al verme en la sala se estremeció ante mi mirada amenazante, confesó haberla maltratado y aceptó la condena propuesta. Para mi gusto demasiado baja, si por mi fuera, lo habrían colgado en una plaza pública. Laura me abrazó y me agradeció lo que había hecho, por una vez en mi vida, volví a creer en la justicia y en el sistema, pero aún seguía pensando que estaba podrido, en todo este tiempo la policía ni se molestó en buscar a aquel subnormal. creo que mentía y si era el que me estaba amenazando. 
Mi vida empezaba a volver a la normalidad, la noche del juicio dormí estupendamente, ahora nadie volvería a amenazarme, ese malnacido ya estaba en la cárcel...
¡Cuán errado estaba!a la mañana siguiente alguien había deslizado por debajo de la puerta un sobre, me temí lo peor, y se confirmó mi miedo. Una nueva nota:

Los héroes también caen. Has vencido una batalla, pero no ganarás la guerra. No estoy sólo en esto. Tu hora se acerca, tic, tac...

No podía ser, no quería creérmelo, noté como me descendía la presión arterial, corrí a la cocina y eché toda la sal que pude en la lengua. Ahora todo pintaba peor. Había más de una persona que iba a por mí.

Capítulo 12: Valor de ley

Últimamente estaba muy preocupado por mi esposa, aún se me hacía raro decir que lo era, aparte de las amenazas, los nervios de madre primeriza y el reflujo hormonal que había en su interior era una bomba de relojería. Estaba muy preocupado por ella, me pasaba todo el día a su lado, me desvivía por cuidarla. En ocasiones ella lo agradecía, en otras me decía "déjame hacer algo" y otras se enfadaba de tal manera que temblaban las paredes. Lo peor fue un día que se enfadó conmigo, ni siquiera recuerdo el motivo, pero salió llorando hacia la habitación, corrí detrás de ella y entré en el dormitorio, me la encontré tumbada en cama con la cabeza enterrada entre los almohadones, al preguntarle qué le pasaba, la respuesta fue un "vete, déjame sola". Sin embargo, aunque sus labios decían eso, sus ojos suplicaban un "quédate, por favor", me senté a su lado y estuvo hablando conmigo hasta tranquilizarse.
Empecé a arreglar una de las habitaciones, había sido utilizada hasta la fecha como cuarto de invitados. Saqué las cosas que había allí y la pinté de nuevo, en un tono blanco. Compramos una cuna, que para montarla me vi negro, aunque no era un manitas, el bricolaje no se me daba mal del todo, pero las instrucciones de montaje de aquella cuna eran difíciles de comprender. Una vez la tuve lista decidimos que hasta que no conociésemos el sexo del bebé no empezaríamos a hacernos con ropa ni más elementos decorativos. A mí, que fuese niño o niña me daba exactamente igual, sólo quería que mi hijo fuese un bebé fuerte y sano.
Lo más duro eran las noches, apenas podía dormir, me volvía a la cabeza el miedo de las amenazas, no permitiría que nadie le hiciese daño a ella. Me pasé muchas noches velando su sueño, mirando como dormía tranquilamente, no podía evitar abrazarla o enredar un mechón de su pelo entre mis dedos.
Me pasé mucas horas en el garaje, sobre todo cuando veía que el temporal de la bronca que ella podía echarme sin motivo aparente. El garaje era mi refugio. Un sábado a la mañana cogí el Shelby, fui a dar una vuelta con él. Era increíble su sonido, estaba realmente enamorado de él, impresionante. Acelerar hasta la zona roja mientras mi cuerpo se aplastaba contra el asiento de cuero, cambiar de marcha y otra vez. Aquel coche era muy muy especial. Transmitía emociones, sentimientos, no era un insulso trozo de metal, plástico y demás materiales como esos cacharros híbridos y eléctricos que querían imponernos con la excusa del ecologismo y el ahorro. El Shelby era placer de conducción en estado puro, los que me criticaban por tener aquel coche tan llamativo, ruidoso y consumidor recibieron siempre la misma respuesta por mi parte: "cuando conduzcas, mira a tu alrededor a ver cuanta gente se fija en tu coche. Cuando voy con mi GT500, todos miran para él y sonríen, sobre todo los niños, que se quedan extasiados a su paso. Al menos, les he alegrado el día y tendrán algo que contar a sus amigos en el patio del recreo". Era impresionante. A veces le era infiel a mi Shelby con el GT-R, era más discreto, también más rápido y manejable. Mientras en las curvas, al yankee había que tratarlo con suma delicadeza, el japonés admitía entrar a todo trapo, era también cautivador, pero carecía del atractivo sonido e imponente presencia del Rey de la Carretera. 
Al volver del paseo y disfrute con el Shelby, lo metí en garaje. Al bajarme del coche oí un ruido, como de que algo se movía, me entraron los nervios, podría ser el desgraciado que me estaba amenazando, cogí el bate y me salí afuera a ver que pasaba, no había nadie, la calle estaba desierta, dí un par de vueltas alrededor de la casa y nada. Dentro del garaje reinaba el silencio. Guardé el bate y entré a casa. Ella estaba en el cuarto de baño, otra náusea, la ayudé a levantarse y la acompañé hasta el sofá del salón. El tiempo había pasado y ahora empezaba a lucir una barriguita de premamá. Siempre se comía la cabeza sobre su aspecto, antes le gustaba ir arreglada, pero ahora se había vuelto un poco neurótica, aunque lucía orgullosa su embarazo, se miraba mil veces al espejo y preguntaba si la ropa que llevaba puesta le quedaba bien. 
- ¿te sigo pareciendo guapa?
- claro
- lo dices para quedar bien -refunfuñó-.
- No. es la verdad, desde que estás embarazada nunca te he visto sonreír tanto. Tienes algo especial en la mirada.
De pronto, el timbre de la puerta nos apartó de nuestra conversación, salí a abrir y ella vino detrás de mí. Era la hija de nuestros vecinos, Paula, una niña encantadora de cinco años. Su madre la acompañaba, Pilar, una mujer también muy amable. Por suerte la niña heredó el carácter de su madre, porque el padre era un auténtico imbécil, estirado y creído a más no poder. 
- Venga Paula, dile a Juan lo que querías.
- Mi gatito se ha metido en tu garaje. La niña lo dijo con una voz seria y una cara de pena muy convincentes. Tenía unos ojos realmente expresivos.
- Muy bien, vamos a ver si lo vemos, ¿vale? -le ofrecí mi mano- ¿vienes conmigo?
- Sí. La niña me cogió la mano y fuimos hacia el garaje, detrás venían su madre y mi mujer hablando.
Al llegar al garaje encendí las luces, la niña empezó a llamar a su mascota.
- ¡Zarpas! ¡Zarpas! ¿dónde estás? no seas malo, ¡ven!
De pronto un maullido se oyó debajo del Shelby, supongo que el gato se metería allí para aprovechar el calor que desprendía el V8. Nos acercamos allí y vi los ojos brillantes de aquel gato gris. Paula se agachó y volvió a llamar al animal, que salió corriendo de debajo del coche y saltó a los brazos de la pequeña, que se quedó mirando para mí y me dijo "gracias". Se quedó mirando a Rebeca, puso al gato en el suelo y le dijo:
- ¿has comido mucho estos días?
- No, no estoy gorda, estoy embarazada, voy a ser mamá.
- ¿Ah sí? 
- Sí, dentro de unos meses Juan y yo vamos a tener un niño o una niña, y ahora está guardadito en mi barriga.
- Ah, ¿cómo lo metiste ahí? ¿no tenías un sitio mejor para guardarlo?
Nos echamos a reir, ante la cara de duda de la niña, la verdad es que la inocencia de los niños es, a veces, cómica.
- ¿Le puedo decir hola?
- Claro, acercate a mi barriga y háblale, eso sí, en bajito, para no asustarlo.
La niña se acercó con mucho cuidado y abrazó Rebeca a la altura de la barriga, y muy bajito empezó a hablar, le dijo que se llamaba Paula, que quería conocerlo para ser amigos y si quería ser su amigo. La niña se quedo un poco enfadada porque el bebé no contestó nada.
Al verla a ella me entraba un instinto paternal, aunque también miedo, no sabía si estaba preparado para ser padre. 
Rebeca le ofreció un trozo de chocolate a la niña, que soltó al gato y fue corriendo a la cocina. Su madre cogió al animal y salimos hacia la puerta, Paula llegó masticando un trozo de aquel dulce y se despidieron de nosotros. la sonrisa de aquella niña diciendo adiós con su mano me hizo sentir algo dentro de mí, estaba deseando que fuese mi propio hijo o hija fuese la que me hiciese ese gesto a mi, me tardaba poder jugar con el o ella.
aquel fin de semana fue muy tranquilo, y llegó el lunes, vuelta al trabajo. Aquel día sólo tenía que ir a trabajar por la mañana, saldría al mediodía.
Bajé hacia el párking de la empresa, oía gente dicutiendo acaloradamente, una voz de mujer, que a medida que me iba acercando se me hizo mas conocida, era Laura, la secretaria, discutía con un tío que no conocía de nada.
- ¡Déjame! voy a gritar...
- Grita todo lo que quieras hijaputa...
-¡Ayuda!
- Cállate pedazo de mierda. mientras la agarraba con fuerza golpeándola contra la pared.
Salí carriendo hacia allí, no tolero que un hombre le pegue o amenace a una mujer. Mi abuelo no iría mucho a la escuela, pero me enseño que siempre había que ayudar a quien estuviese en apuros, sobre todo si era una chica. siempre decía "a una chica no se le pega, si se deja le das un beso". Separé al imbécil aquel de ella, me quiso pegar, fui mas rápido y le pegué un puñetazo en la nariz, empezó a sangrar y se fue corriendo, gritó una frase que me estremeció: "ándate con ojo, el día que te tiré de la moto tuviste suerte de que no te pasase por encima". Era él, el tío que me estaba amenazando, intenté alcanzarlo, fue en vano, si lo hubiese cogido, lo hubiese matado allí mismo. me di la vuelta y corrí a atender a Laura, se había ido deslizando y acabó sentada en el suelo, con la cabeza entre sus rodillas, lloraba, estaba en un ataque de nervios. me acerqué, la ayudé a levantarse. Ví que aquel imbécil le había desgarrado la camisa, dejando ver su pecho recogido en un elegante sujetador de encaje. En otra circunstancia, aquella visión, como hombre, hubiese sido muy agradable para mí, pero ahora no lo era. Le ayudé a cerrarse la americana, ella seguía llorando, la visión de una mujer llorando siempre me destrozaba, era superior a mí. la abracé y ella lloró y lloró sobre mi hombro durante mucho rato. Al tranquilizarse le ofrecí subir a la máquina del café para que tomase algo y se tranquilizara. Ella estaba mucho más calmada, se negó a subir, quería irse a su casa, pero antes quiso contarme algo.
- Ese tío que me pegó, es mi ex. Un cerdo con mayúsculas. Me pegó durante semanas, lo denuncié y lo eché de casa, que era mía. aún encima en la empresa alguién me estaba acosando sexualmente. Lo denuncié, pero por un vacío legal, el juez se negaba a dictar sentencia porque estaba ausente el acusado, no quería dictarla en rebeldía. Como no tenía declarado domicilio, no podían notificarle nada, y es imposible que él comparezca voluntariamente ante el juzgado. Llevo un año y pico pleiteando por su culpa, esto acabará conmigo. Y lo del acoso, la empresa lo archivó, en Recursos Humanos no me creyeron. No puedo dormir, tengo miedo... Gracias por defenderme, ¿por qué lo has hecho?
- Hay una pequeña diferencia entre los hombres y los caballeros. Mi abuelo me educó para ser uno de los segundos, me dijo que hay que ayudar a quien lo necesite, sobre todo si es una mujer que está en apuros. Antes los hombres teníamos valores y principios, que está sociedad ha ido eliminando, porque como no producen dinero, no interesan. 
Al escuchar su historia, no pude evitar sentir repugnancia hacia el sistema legal, ese sistema que me daba de comer a mí, y que había dado la espalda a una víctima inocente. Parece que solo hay justicia para mujeres que se aprovechan del sistema fingiendo que han sido maltratadas, aprovechándose de esa tragedia o para chorizos profesionales, que tras defraudar millones a los mandos de una gran empresa, salen inocentes, mientras que el pobre que robó una barra de pan para dar la merienda a sus hijos o el yonqui que le robó el bolso a una señora para comprar su dosis, van directamente a la cárcel. En aquel momento no pude sentirme más sucio. 
Pero algo seguía dando vueltas en mi mente, quien era ese tío que intentó matarme. La historia de Laura podría ser una tragedia o un embuste magnificamente orquestado para lograr acabar conmigo. tenía que andar con pies de plomo, nadie parece ser quien realmente es, y a lo mejor, ella no era quien parecía ser. A lo mejor detrás de aquella carita angelical se encontraba una zorra fría y manipuladora que buscaba mi ruina y montaba aquella escena para ganarse mi confianza y después eliminarme a mi. Lo que me hizo desmontar parcialmente esa paranoia fue el hecho de que, estando ella mucho más tranquila, me preguntase por Rebeca, al decirle que estaba embarazada sonrió y me dió la enhorabuena, sólo ella y Alba conocían la noticia en la empresa, ambas por que se le conté yo. Aún así, no me fiaba de Laura, a lo mejor estaba actuando. Al día siguiente, pedí en Recursos Humanos los archivos sobre protestas de los trabajadores. había uno de mediados de 2012 muy interesante:

La empleada Laura Villar, número de plantilla 000456, secretaria de dirección ha acusado a (....) de acoso sexual reiterado. Se decide el archivo de esta queja, está infundada, es una imaginación de la enajenada mente de la señorita Villar

El nombre del acosador había sido tachado con tippex. me dirgí hacia el jefe de Recursos Humanos, le pedí la ficha médica de Laura con su evaluación psicológica. El jefe de Recursos Humanos era un auténtico estúpido, me dijo:
- No puedo darte eso, la Ley de Protección de datos me lo impide...
- La ley también te impide, y es delito, manipular la documentación oficial de la empresa tachando nombres de presuntos acosadores sexuales. De leyes, también controlo.
Se puso blanco y me dió la ficha en silencio, al leer la última evolución psicológica, mis paranoias desaparecieron, nada podía demostrar mejor la inocencia de Laura.

...La señorita Villar muestra un cuadro de estrés post-traumático evidente, ella ha confesado sufrir acoso sexual por parte de un compañero de trabajo. Ello ha desembocado en un estado de ansiedad que...

Era verdad, todo lo contado por ella era cierto. La llamé por teléfono, le dije que en un par de días solucionaría sus problemas. En ese momento, recordé una parte de mi pasado, una de la que no estoy precisamente orgulloso, alguien me debía un par de favores, y ahora era hora de saldar esas cuentas.
Volví a casa, comí y miré como mi esposa dormía la siesta mientras por la radio sonaba una balada muy bonita.
La miré, y recordé todos los momentos que pasamos juntos, llegó en una época difícil de mi vida, en aquel momento ella era la rosa roja que nacía entre las malas hierbas.

Capítulo 11: Por siempre jamás

Tras mi vuelta de Alemania, lo único interesante que pasó en mi vida, fue el hecho de que Carmen -por fin- mandó a su novio, Javi, a tomar viento. Sin embargo, tras un conato de depresión, encontró el amor en brazos de mi compañero de trabajo Ricardo, al que ella definió como un hombre de verdad. Sólo deseaba que fuesen felices. Sobra decir que yo se lo presenté a ella.
El resto de mi vida, soportando las neurosis de Rebeca organizando la boda, es cierto que para una chica el día de su boda es de los más importantes de su vida, también para hombre, pero ella desarrolló una obsesión acerca de que todo tenía que salir perfecto. Que si las flores, que si el coche en que iba a llegar a la iglesia -algo que organicé yo- que si el vestido, que guardó con siete cerrojos y fue más secreto que la ubicación del Área 51. Lo único que me habían dicho al respecto es que iría preciosa, palabras textuales de Alba, que de pasó aprovechó para sacarse una foto con el anillo de compromiso de Rebeca.
Ella estaba ilusionada, mucho, y yo muy nervioso, sobre todo viendo como ella se volvía loca con detalles como la tarta y cosas así. Organizó una cena de "petición de mano". Ahí pasé miedo de verdad, su padre, general de la Armada, me odiaba. Durante mucho tiempo, sobre los primeros cuatro años de relación me miraba con una cara estilo "tú eres el desgraciado que se acuesta con mi niña", después, como la canción, no decía nada pero me miraba mal. Ahora me hablaba con normalidad. Su madre, siempre me trató muy bien. Mis padres siempre adoraron a Rebeca, aunque siempre le decían "menudo pieza te llevas...". Durante la cena, su padre me entregó, aparte de la mano de su hija, una pequeña caja. Contenía unos gemelos que habían pertenecido a su abuelo, de ahí pasaron a su padre, luego a mi futuro suegro, y cómo su primogénito fue una chica, yo ahora continuaría la tradición. Recogí el presente con gran honor. De pronto su padre empezó a dedicarme unas palabras.
- Hijo, al principio dudé de tí. Pero comprendí que estaba equivocado, veo claramente que amas a mi hija con toda tu alma, y que ella te ama a tí, sólo puedo pedir que seáis muy felices.
Poco después mis amigos celebraron una despedida de soltero un viernes, una cena. Después de los postres, entró una exhuberante agente de policía, preguntando algo que no alcancé a escuchar. Mi amigo Iago le dijo a gritos "es él agente, deténgalo, está loco, va a casarse". Empezó a sonar "Pour some sugar on me" de Def Leppard. La "agente" hizo un espectáculo que finalizó con la joven agente enseñándonos todos los encantos que la feminidad le había regalado. Lo más divertido fue, que ella, desnuda, sentada en mi regazo me preguntó cuando me casaba, al decirle que el domingo, me dio un beso en la mejilla y me deseó un: "que seáis muy felices". Hay que decir que mis amigos se comportaron muy bien, no hubo que atarlos en corto ni ponerles bozal. Supongo que las chicas también organizarían para Rebeca una fiesta similar.
Y así llegó el domingo. Dormí sólo en casa, ella quiso pasar la noche en casa de sus padres, allí irían a recogerla. Yo me levanté temprano, me pegué una larga ducha y desayuné, tenía que estar en la iglesia a las 12, serían las once, y para vestirme puse la radio, empezó a sonar "white wedding" de Billy Idol, no había una canción más propicia para ese día. Era un domingo muy soleado, de principios de verano. Acabé de vestirme, me puse los gemelos que me entregó mi suegro. Llegaron varias visitas rápidas para ver como me iba. Pronto llegaron mis padres a bordo del Lincoln Continental de 1979 de un amigo del Club de Coches americanos, era el regalo de bodas de los miembros del club. 
Llegamos puntuales a la iglesia, a su puerta pude distinguir a mis amigos, Carmen y Ricardo, Alba y Andrés, Iago y Thais, se acercaron a mí, y tras piropear lo elegantemente que iba vestido, estuvimos un rato hablando, Carmen y Alba me aseguraron que Rebeca "va a estar preciosa, ya verás". Tuve que esperar unos quince minutos, cuando de entre los coches aparcados, vi llegar el impresionante Rolls-Royce Silver Cloud blanco que había contratado para que mi chica llegase a la iglesia.
Me acerqué a aquel coloso británco y le abrí la puerta. Cogí su mano y la ayudé a bajar, enseguida, Carmen y Alba se acercaron para ayudarla con la cola del vestido. Le dí el que sería su ramo, un sencillo, pero bonito ramo de rosas blancas. Iba realmente preciosa, tenía una sonrisa especial, dicen que una mujer vestida de novia es cuando más hermosa está, en aquel momento lo estaba. Aquel vestido blanco era de diseño sencillo y muy elegante, la hacía aún más radiante, el velo dejaba entrever su cara, e iba sujetado con una tiara plateada, regalo de mis padres. Llevaba el pelo recogido de una manera muy favorecedora. Realmente era la novia más espectacular que había visto.
- Hola, ¡me encanta el coche! mi sueño era llegar a mi boda en un Rolls. Estás muy guapo...
- Nunca te he visto más guapa que hoy, pareces una princesa, y una princesa tan bella necesita un coche digno de su altura. Hoy tu eres la protagonista, hoy es tu día.
Y entramos a la iglesia, la ceremonia empezó, y el cura empezó a hablar, era el viejo párroco de mi parroquia, me conoce desde niño y era gran amigo de mi familia, aunque se pasó con un sermón de más de treinta minutos. Y llegó el momento de los votos, pocas veces me ha temblado la voz y lo hizo a la hora de pronunciar los míos, tomé aire, la miré a los ojos y pronuncié mientras deslizaba la alianza por su anular:
- Yo Juan, te tomo a tí, Rebeca, como mi legítima esposa y prometo serte fiel, amarte, cuidarte y respetarte durante todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe.
- Yo Rebeca, te tomo a tí, Juan, como mi legitimo esposo y prometo serte fiel, amarte, cuidarte y respetarte durante todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe.
Después vino el "sí quiero" y el beso, fue sin duda alguna el beso mas bonito que jamás me habían dado, apenas estuvieron nuestros labios fundidos durante unos segundos, pero para mí, durante esos instantes, el tiempo se detuvo. La miré a los ojos, jamás su mirada fue tan expresiva. Nueve años después, ya no era mi novia, era mi esposa. Salimos de la iglesia bajo una impresionante lluvia de arroz, de allí hacia un viejo caserón del XVIII para hacer las fotos a bordo del Rolls y de allí al restaurante. Aquel coche era impresionante, un yate de superlujo sobre ruedas. Lo peor para mí fue la sesión de fotos, una tortura, agudizada por la incomodidad de aquellos zapatos, si mis pies estaban mal, no quiero imaginarme los de ella, con aquellos enormes tacones. En el restaurante fuimos recibidos entre aplausos, llegó el postre y nos tocó cortar la tarta, me extendieron una espada para hacerlo, un regalo de Ricardo, Rebeca y yo empuñamos aquel arma y le dimos el primer corte a aquella tarta de cuatro pisos que ella eligió. Tras los brindis, especialmente cachondo el de Iago, empezó el baile, inaugurado por nosotros, siendo la canción de nuestro primer baile como matrimonio el vals de la banda sonora de la película "Doctor Zhivago", el "tema de Lara", una de sus composiciones favoritas, bailábamos los do mirándonos a los ojos. Si la primera fue ese elegante vals, la última canción que sonó fue "te casaste, la cagaste" cantado por las voces etílicas de nuestros amigos. Después instaron a Rebeca a que lanzase su ramo, ella se giró y lanzó aquel manojo de rosas hacia atrás, y quien lo recogió fue Alba. Después intentaron cortarme la corbata, me resistí pero fue inútil, me cortaron la corbata, la trocearon y repartieron los trozos entre los asistentes.
De allí tras sacarnos varias fotos con nuestros amigos, volvimos a subir en el impresionante coche inglés hasta nuestra casa, la cogí en brazos, cruzamos así el umbral de la puerta y subimos hasta el dormitorio, al llegar ella se descalzó, aún en mis brazos. La tumbé en la cama y me senté a su lado.
- Hoy ha sido el día más feliz de mi vida, todo ha sido perfecto.
- Es cierto, este día no lo podremos olvidar fácilmente.
- Es nuestra noche de bodas, sabes -dijo sugerentemente- estoy deseando quitarme el vestido... Tras decir eso se metió en el cuarto de baño y salió de allí con el conjunto de ropa interior más sugerente que jamás le había visto.
Tras una de las veladas más especiales de mi vida, empezamos a hacer las maletas para nuestra luna de miel, el destino, diez días en Los Ángeles. Al aterrizar allí, en el aeropuerto LAX, nos dirigimos a una agencia de alquiler de coches, el elegido fue un hermoso Mustang V8 descapotable, ideal para disfrutar de la anchísima autopista que nos llevaría al "downtown" de Los Ángeles y de una soleada tarde. Tras varios días haciendo turismo visitando los diversos estudios de cine de Hollywood, diversas tiendas del centro, ir a la playa a Santa Mónica, pasear por Rodeo Drive... tuvimos que despedirnos de aquella hermosa ciudad rumbo a casa. Tras entregar el montón de regalos que habíamos traído a nuestro amigos, y tras ir a comer con varios familiares, tocó volver a la normalidad, aunque había algo diferente, aún no me creía que la alianza estuviese en mi mano, me parecía todo tan bonito... 
Los días fueron pasando, se convirtieron en semanas, y así ya casi llevábamos dos meses casados. Una tarde, de viernes, yo estaba en el garaje, ella se acercó a mí, me dio un toque en el hombro y empezó a hablar con una voz muy suave y dulce.
- Hola amor, ¿cómo estás?
- Bien, ¿y tú?
- Vengo del médico, no quise decirte nada, pero estos días, me he mareado varias veces, tuve náuseas -empezó a acariciarse el vientre con suavidad- y, bueno... estoy embarazada...
No pude evitarlo, dejé lo que estaba haciendo y corrí para besarla y abrazarla.
- ¿¡Sí!? oh dios mío, y ¿está bien?... dios, tenemos que empezar a arreglar una de las habitaciones de arriba...
- Tranquilo, vamos a tomarlo con calma, llevo poquitas semanas aún, así que tenemos mucho tiempo por delante. El lunes tengo cita con el ginecólogo. Me gustaría que me acompañases.
Ese mismo fin de semana fuimos a comer con mis abuelos, tan pronto como Rebeca cruzó la puerta, mi abuela la miró y le dijo un "niña, ¡tu estás embarazada!". Ella se echó a reír y confirmó la noticia a mi abuela, que no suponía, afirmaba, porque "tienes la cara descajada, y yo ya soy muy mayor y entiendo de esas cosas...". Después dimos la noticia a nuestros padres, encantados de ser abuelos en un futuro próximo. Todo parecía ir cada vez mejor.
Un día, al volver de trabajar, me puse a leer el correo, no me fijé en un sobre, al abrirlo me encontré una ecografía, y una foto de Rebeca saliendo de una de las consultas del ginecólogo. Empecé a poner muy nervioso, le dí la vuelta a la ecografía y me encontré una nota pegada a ella, escrita en letra Times New Roman, otra vez, mi bonito mundo volvía a tambalearse una vez más.

Pobre bebé que se criará sin padre, qué opinará la gente de una madre viuda... mejor aún, el hijo y la mujer de un bastardo como tú deben morir. Tu semilla será erradicada.


Al leer aquella nota empecé a ponerme muy mal, corrí al cuarto de baño, no pude evitar vomitar de asco hacia el hijo de mala madre que ahora no sólo quería matarme a mí, sino a quienes yo más quería. Rebeca llegó al baño, al verme dijo "Eh, que en principio la que tiene náuseas soy yo..." al ver mi cara, dejó las bromas y vio que algo serio pasaba, pasé de decirle nada sobre la nueva amenaza, la rompí y la tiré a la basura. a partir de aquel día empecé a llevar una navaja en el bolsillo, que cada noche dejaba en un cajón de la mesilla y un bate de béisbol en el coche. Estaba dispuesto a matar a ese malnacido si me lo encontraba. No me importaría morir defendiendo a mi familia. Aquella noche intenté dormir, no lo conseguí, estaba en alerta, me pasé toda la noche abrazada a ella, velando su sueño, no permitiría que le pasase nada.