jueves, 31 de enero de 2013

Capítulo 2: En las entrañas de la bestia.

Habían pasado semanas desde que el Shelby había llegado a casa. Tras desmontarlo me sorprendió gratamente no encontrar ningún foco de óxido y los desperfectos eran fácilmente reparables. La carrocería la llevé a un taller de confianza, allí repararían todo desperfecto y le darían una nueva pintura. Estuve semanas buscando piezas en internet. Los carburadores Edelbrock de tres cuerpos llegaron desde Tennessee, los relojes del interior de Nueva York, los nuevos anagramas y logos desde Las Vegas, el volante desde California, los amortiguadores desde Texas, las llantas desde Alabama... Tenía el motor casi reconstruído, me pasaba todo el día en el garaje reparando aquel coloso de ocho cilindros en V, que lucía con orgullo un "Made with pride in the USA". Mi chica estaba continuamente de uñas conmigo. Que si por tu culpa huelen las sábanas a gasolina, que si lávate esas manos grasientas, que si quieres más al coche que a mí...
Era un domingo, estaba trasteando con el motor, ya instalado en el vano, estaba apretando las barras de refuerzo del vano motor, que la propia Shelby denominaba "Montecarlo" y "Export" cuando mi novia apareció en el garaje, me dijo: 
- Recuerda que hoy tenemos cena con Carmen y Javi, tenemos que ir, y no empieces a ser otra vez un borde con él, me prometiste que irías.
- El borde es él, siempre anda intentando gobernar mi vida...
- Por favor, hazlo por mí -dijo poniendo una cara de morros-
- Bueno, lo intentaré...
Tras decirme eso se quedó mirando el coche, aún estaba sobre cuatro caballetes, le quedaba mucho trabajo aún.
- Está quedando precioso, no parece aquel montón de chatarra que trajiste, el motor brilla tanto que parece nuevecito... ¡Es enorme!
- Sí, es el típico motor yanqui, un V8. Tiene mucha cilindrada, más de 7000 centímetros cúbicos, casi 500 Caballos...
- ¿7000 centímetros cúbicos?, ¿cuántos tiene mi coche?
- 1900
- Dios mío, menuda bestia...
Mientras decía eso seguía pensando cómo aquella joya con caja de cambios manual de cuatro velocidades -algo muy raro- pudo acabar abandonado en un desguace. Termine de apretar las barras y subí a cambiarme. Me duché y cambié rápidamente, aún tuve que esperar un rato por mi chica. Iríamos en su coche, ese Golf TDi que tiene desde que se licenció. Odiaba ir en él, no por el coche, sino por ir en el asiento del acompañante. Llegamos a la cena, nos estaban esperando. Me bajé a abrirle la puerta a mi novia y de repente Javi empezó a ser el mismo de siempre: 
- Bueno, me alegro de que te hayas deshecho de aquella pota vieja, dijo riendo. 
Imbécil, pensé, pero un codazo de mi chica impidió que de mi boca saliese un insulto. La cena fue agradable, aunque acabó pronto, al día siguiente tenía que ir a trabajar, aunque estuve ausente absorto en mi Shelby. Ese lunes tenía una importante reunión en el trabajo, lo que también me tenía bastante distraído.
A la mañana siguiente me desperté antes que mi chica, ella aún dormía, me duché y me vestí en silencio. Ella se despertó, me acerqué a ella y le dí un beso: 
- Hasta la tarde princesa, que tengas buen día en el trabajo.
- Igualmente amor, suerte en la reunión.
Desde hacía mucho tiempo entraba a mi empresa desde el ascensor del párking, ahora entraba por la puerta principal y se me hacía raro. Saludé al portero y cogí el ascensor hasta mi despacho, en la quinta planta. Al poco de llegar al despacho, alguien decidió entrar sin llamar. Como siempre, era el imbécil del jefe:
- Anda, no ví tu coche en el párking, qué raro...
- Sí, me he deshecho de él...
- Por fin, ¿cuál vas a comprar?
- Cualquiera menos un Mercedes. Dije con una sonrisa maliciosa. 
Odiaba a mi jefe, nadie podía ser más incompetente. Si hiciesen una oposición para tontos, llevaría una mención de honor. Siempre presumiendo de su maldito Clase E, odiaba más al coche que a su conductor.
- Bueno, tenemos reunión a las cuatro.
- Lo sé, gracias. Ahora tengo que trabajar...
Hasta la comida el trabajo era el de siempre, monótono. Después de comer me dirigí con tranquilidad a la sala de reuniones. El jefe estaba presumiendo, como siempre, se creía alguien, una persona imprescindible para la empresa, casi tanto como el director.
Nos sentamos, el director empezó a hablar. De pronto el jefe decidió ser más listo que nadie y volvió a meter la pata hasta el fondo, decidí callarme.
- De usted quería hablar, señor Méndez, más bien de su gestión...
- Y bien... Dijo el jefe con cara de interesante.
- Yo quitaría esa sonrisa de satisfacción, en los años que lleva usted aquí nunca hemos perdido tantos pleitos y dinero. Es un incompetente y esta empresa está harta de usted. Lo siento pero va a ser apartado de su cargo. El señor Díaz ocupará a partir de ahora su puesto como director de la asesoría jurídica de esta empresa.
No podía creer lo que estaba pasando, la empresa que me contrató tras licenciarme en Derecho como alumno en prácticas ahora me nombraba director de departamento, estaría por encima del que se creía mi mentor.
Salí de la empresa, miré mi móvil y entraba una llamada:
- Dime cariño.
- Esta mañana ha llegado el radiador para el coche, desde Houston y también el pomo de la palanca de cambios.
- Muy bien...
- ¿Qué tal tu reunión?
- Bien, bien, me han ascendido. Ahora soy director de la asesoría jurídica de la empresa.
- ¿¿¿¡¡¡Cómo!!!??? Ay dios mío, enhorabuena...
- Te dejo, se me acaba la batería del teléfono. Un beso.
- Adiós, te quiero, un beso.
El camino de vuelta a casa se me hizo eterno. Al abrir la puerta ella estaba esperándome, al verme corrió hacia mi, me rodeó el cuello y me besó. Por una vez, desde que el Shelby estaba en casa, decidí dedicarle una noche a mi chica y no al coche. Ella la necesitaba, la había olvidado durante semanas y se la merecía.

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