jueves, 31 de enero de 2013

Capítulo 7: La promesa

Tras diez días de hospitalización, la promesa del doctor se hizo realidad. Mi chica volvió a caminar, recuperando la movilidad y sensibilidad de todo su cuerpo. El primer día de vuelta a casa, las emociones nos superaban. Ella, emocionada de volver a casa tras estar luchando por su vida, yo, porque lo más importante de mi vida seguía respirando. Fue algo trabajoso subir las escaleras del dormitorio, se cansó y tuvo que parar. Algo normal, teniendo en cuenta que nadie contaba con ella. La primera noche en casa, la pasó tranquila, acompañada de las visitas de nuestra familia y alguna amistad.
Al día siguiente fui a recoger a unos talleres del seguro sus cosas personales que quedaron en su coche y saber el peritaje. Llegué a aquel sitio a las nueve de la mañana. al entrar, vi su Golf, era sobrecogedor. Todo el lateral izquierdo estaba destrozado, los airbags disparados, uno de ellos cubierto de sangre. El chasis estaba retorcido, era un siniestro total. 
El perito me dió una bolsa de plástico azul, allí estaban su bolso, sus llaves, su móvil, una barra de labios. Tras darme la bolsa, el perito me dijo:
- Fue un choque muy fuerte, ¿cómo está ella?
- Bien, ayer recibió el alta. ¿Por casualidad no sabrá que coche se empotró contra ella?
- Si, un Mercedes, un clase E, si mal no recuerdo, de su conductor no sé nada. Sólo sé que su seguro está dispuesto a pagar la tasación del vehículo y el montante que suponen los días de hospitalización. Se han calculado teniendo en cuenta el empleo de doña Rebeca y...
- Bueno, eso mejor lo comento con ella y que me diga si está de acuerdo.
Al volver a casa, ella ya estaba levantada, en la cocina. Tenía más energía que nunca, en sus propias palabras "ahora me voy a comer el mundo, la vida es muy corta". Volvía a tener aquella mirada luminosa que tenía el día de la carrera contra el Hyundai. Ahora, cada vez que la veía se me ocurría una idea, mucho mejor que la de la cuerda.
En el trabajo todo iba con normalidad. Un viernes por la mañana alguien llamó a la puerta, esperó mi permiso para entrar y accedió a mi despacho. Era Laura, la secretaria del director. Sin duda era la chica más atractiva de la empresa, con una sonrisa eterna propia de un anuncio de dentífrico y una amabilidad y cariño hacia los demás que ayudaba a alegrar el tono de funeral imperante en aquella empresa.
- ¡Hola! hacía mucho que no te veía desde que ascendiste. ¡Felicidades, corazón!
- Muchas gracias
- Mira, venía a avisarte de que el "dire" quiere verte, dice que en media hora en su despacho, ¿OK?
- Claro, perfecto.
Estuve leyendo un rato el periódico hasta que no fue hora de la reunión. Subí al despacho del director y me encontré con Alba.
- Anda, ¿y tu por aquí? ¿cómo está Rebeca?
- Ella bien, ¿sabes por qué nos han llamado?
- No, espero que no fuera por la carrera del otro día. Tras decir eso, se rió.
Nuestras dudas no tardarían en ser disipadas, el director llegó, nos hizo entrar y se sentó con nosotros.
- Gracias por venir, les he llamado porque esta empresa va a negociar un nuevo contrato en Madrid con una empresa de Reino Unido. Yo iré, y ustedes conmigo.
- Con todo mi respeto, señor -dije- agradezco la confianza depositada en mí, pero ¿qué pinto yo? Comprendo que ella vaya, es la intérprete, pero yo...
- Usted revisará todas las cláusulas del contrato antes de su firma. Si alguna no nos compensa, no lo firmaremos. Por cierto ¿cómo está su novia? he oído que ha tenido un serio accidente.
-Está bien, ya está en casa.
- Me alegro. Bueno, el viaje será el próximo lunes, volveremos el miércoles por la mañana.
Volví a casa y se lo conté a mi chica, no me hacía mucha gracia ese viaje, no quería dejarla sola. Ella me afirmó estar como siempre, que cada vez estaba mejor y se cansaba menos. aquella noche nos acostamos pronto. 
A la mañana siguiente me desperté sólo en cama, oía música, "Old times rock´n´roll" de Bob Seger, venía del salón. Me la encontré bailando aquella pegadiza canción en ropa interior, como aquel famoso anuncio de Heidi Klum, sólo que ella era de carne y hueso.
Se giró y me vió, empezó a sonreir, me cogió de un brazo y me dijo:
- ¡Venga! Baila conmigo
- ¡Estás loca!
- Anda, ven, lo pasaremos genial, ¡hay que vivir la vida!
Accedí, hacía tiempo que no lo pasaba tan bien. Aunque bailaba fatal y aún estaba en pijama, fue muy divertido. Al acabar la canción, fui a la cocina a preparar el desayuno. El olor a café la atrajo, se sentó a mi lado y me dió un beso en la mejilla. 
- ¿Vamos a mirar de un coche nuevo? necesito uno, jaja, el nuevo que sea de cinco puertas.
- Bien, ¿tienes pensado alguno?
- Uhmm, a ver, me gusta el Range Rover Sport...
- Ese no, no eres una "mami pija" que va a buscar los niños al cole.
- Vale, pues un Prius
- peor aún, es horrendo, e híbrido, no no
- Jó, te pones de un quisquilloso, pues me gustan también el Mini Countryman y el A3 Sportback, ¿nos podemos permitir uno de esos?
- Sí, lo quieres ¿diesel?
- Claro.
Mi chica no era muy aficionada a los coches, sólo quería uno que fuese "mono", consumiese poco y fuese compacto (¿entonces por qué el range?). Fuimos primero al concesionario de Mini, muy de diseño él. Los precios del Countryman, la asustaron un poco. Luego fuimos a la Audi, y ella se enamoró de un A3 Sportback gris metalizado, con llantas de aleación, 2.0 TDi, muy bien equipado, una unidad que llevaba mucho tiempo en stock y a la que le hacían un muy importante descuento. Se veía cierta desesperación en la cara de los vendedores. Tras probar otra unidad, se convenció y decidió cerrar el trato. Esa misma semana le entregarían su nuevo coche.
Llegó el lunes, y tocó madrugón. En el aeropuerto nos encontramos con Alba, su novio y el director. fuimos juntos a desayunar y tras un breve café con leche, a precio de oro pero invitados por el director, nos dirigimos a la sala de embarque. Mi chica se acercó para despedirse, y como siempre me corrigió el nudo de la corbata. Tras embarcar y tomar asiento, intenté relajarme con una revista de coches. Llegamos a Madrid para comer, tras una comida mejorable pagada por la empresa, nos dirigimos a nuestro hotel, nada del otro mundo, pero acogedor. Mi habitación estaba en frente de la de Alba. Esa misma tarde, en un reservado del Hotel Palace, habíamos quedado con los británicos (tenían estilo). Al llegar a aquel imponente edificio, nuestro hotel parecía un estercolero. Las negociaciones fueron bien. A la noche repasé las cláusulas, no había nada que corregir, llamé al director para darle mi visto bueno. A la mañana siguiente volvimos al lujoso Palace, nos invitaron a un espléndido desayuno y el contrato se cerró antes de la hora de comer. Un éxito. El director nos avisó que tenía que irse esa misma tarde, pero que Alba y yo podíamos quedarnos en la capital disfrutando de la noche de hotel que la empresa había pagado. Una idea volvió a surgir en mi cabeza.
Tras comer con Alba el terrible buffet de nuestro hotel le dije:
- ¿tienes pensado hacer algo esta tarde?
- No, nada especial, a lo mejor iba de compras.
- Bueno, entonces, ¿te importa que te llame sobre las cinco?
- No, ¿pero qué vas a hacer?
- Eso ya lo sabrás, pero necesito que vengas tú.
Ella me miró con una expresión extrañada. No era para menos, mi plan, para salir bien, necesitaba el efecto sorpresa.
Dieron las cinco, llamé a la puerta de la habitación de Alba y salimos del hotel. Ella insistía en saber a dónde íbamos, le dí largas. Llegamos al punto deseado, José Ortega y Gasset 10. Ella al ver aquella tienda exclamó un "jooder", se trataba, ni mas ni menos que de Tiffany & Co. la famosa joyería.
- Te he traído hasta aquí porque necesito tu ayuda, llevo mucho tiempo esperando esto, ahorrando desde toda mi vida. 
- Pe... ¿pero y yo qué pinto aquí? -dijo mientras cruzábamos la puerta-. Me siento Audrey Hepburn. Ni con mi sueldo de un año podría comprar nada aquí.
- las mujeres tenéis mejor gusto para estas cosas.
- ¿Pero que vas a comprar?
- Ya lo verás...
Una joven dependienta nos atendió:
- Buenas tardes, me llamo Valeria ¿En que puedo ayudarles?
- Encantado, verá, quería un anillo de compromiso. Los ojos de Alba se abrieron hasta que parecían salirse de las órbitas. La dependienta esbozó una sonrisa.
- Enhorabuena. Lo dijo mirando a Alba.
- ¡¡¡NO, NO!!! -dijimos al unísino-, nosotros no nos vamos a casar.
- Es para mi novia -dije- ella me ayudará a decidirme por uno, las mujeres tienen mejor gusto que los hombres para estas cosas.
- Ah, vale, dijo Valeria. Un momentito.
Trajo varios anillos, los vimos. Hubo uno que me encantó, le pedí consejo a Alba, dijo que también era su favorito. Era muy caro, casi tanto como toda la restauración de mi Shelby, pero llevaba mucho tiempo ahorrando para él, ahora me podía permitir ese anillo.
- Valeria, elijo este.
- Buena elección señor.
- Sí, es precioso. añadió Alba.
- Si ahora mi chica se niega a casarse, ¿puedo devolverlo? -bromeé. Tras decir eso nos echamos a reír.
Fuimos a cenar, durante la cena, Alba me dijo:
- Así que vas a pedirle matrimonio a Rebeca, ¡qué fuerte!
- ya ves, estos días me han hecho pensar...
- con ese anillo, estoy segura que no se negará, jajaja. Ya sabes, los diamantes son los mejores amigos de una chica -dijo con una sonora carcajada-.
- eso espero...
- ya verás cómo no. aunque le regalases otro más barato te diría que si igual.
La mañana siguiente tocaba volver a casa. En el aeropuerto, nuestras parejas estaban esperándonos. Rebeca ya conducía su flamante A3. Al subirme al coche me besó:
- ¿qué tal por los madriles?
- Bien, cerramos el contrato.
- ahh, y ¿me trajiste un regalo? -dijo mientras se reía y ponía la cara de una niña pequeña y una lánguida mirada-.
- Sí, pero te lo doy en casa, claro que tendrás que portarte bien jajaja.
- ¡Vaaaale! seré buena jajaja.
Al llegar a casa y tras subir la maleta a mi habitación bajé aún con el traje puesto, me acerqué a ella y le dije:
- Voy a darte tu regalo.
- Bien, ¿qué es?
Entonces me arrodillé, le cogí la mano derecha, miré a sus ojos y dije:
- Llevamos ocho años juntos, de los cuales tres han sido viviendo juntos. Esta temporada ha sido un tanto extraña para ambos, temí por perderte, pero ahora estás aquí. Dices que hay que vivir la vida, que es muy corta, y tienes razón. Pero yo mi vida, no la entiendo si tu no estás conmigo. En ese momento miré a sus ojos, brillantes y con lágrimas, empezaba a sospechar lo que tramaba, saqué la pequeña cajita del anillo, la abrí y la giré para que ella viese lo que había dentro.
- !!!Dios mío!!! es de Tiffany´s, que preciosidad.... ¡ay! que me da algo, eso es carísimo, estás loco, ¡cómo vas a pagarlo!
- Eso da igual, ya está pagado. Ahora tengo que hacerte un pregunta. ¿quieres hacerme el hombre más feliz del mundo casándote conmigo?
- Sí, claro que sí -dijo con voz entrecortada-. Sí quiero.
Deslicé el anillo por su anular derecho mientras ella me miraba emocionada, parecía una escena de cuento, me levanté y nos besamos. 
Ahora mi vida había cambiado, ella sería mi futura esposa. La vida me sonreía. No teníamos que preocuparnos de nada. Empezaba una nueva etapa en nuestra vida, ahora teníamos que preparar nuestra boda.

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