jueves, 31 de enero de 2013

Capítulo 4: El desafío

El olor a comida recién hecha me sacó de mis pensamientos, llevaba casi una hora mirando al Shelby a través de la ventana. Veía como los vecinos se acercaban a el con curiosidad, a los niños y no tan niños haciéndose fotos a su lado...
Después de comer, y tras la siesta de rigor, mi chica me dijo de ir a dar una vuelta con el coche, acepté. Mientras ella se duchaba abrí el armario para coger mi ropa, una camiseta de Iron Maiden, unos vaqueros negros, mis zapatillas Converse con llamas de fuego, y la cartera que venía con una cadenita cromada. Daba gusto ponerse la ropa que uno deseaba tras toda una semana llevando traje y corbata. No me molestaba ponerlo, pero no me sentía yo mismo. Ella entró en la habitación, envuelta en una toalla, dispuesta a vestirse, pero me echó de la habitación al grito de "déjame vestirme a mi aire, que siempre me metes prisa". Bajé al salón a esperar, cogí una revista de coches clásicos (la espera tenía pinta de ser larga) y empecé a leerla. El ruido de unos tacones bajando las escaleras me apartaron de la lectura, que para ser sincero no había cronometrado, me giré y me quedé sorprendido con aquella visión.
- ¿Quién eres tu?
- Pues supongo que a quien tú estás esperando, digo yo...
- Me temo que no, estaba esperando a mi novia, pero tu eres una diosa, ¿qué has hecho con mi novia?
Ella se echó a reír, pero estaba espectacular, llevaba un vestido negro corto, de tiras, y unos tacones que hacían ver que sus piernas eran aún más largas de lo que en realidad son. Su pelo rubio suelto, y se había maquillado, estaba radiante. Le ofrecí mi brazo y salimos hacia el coche, le abrí la puerta, entré y lo encendí. Aquel rugido hizo que varios vecinos salieran de sus casas para ver qué demonios hacía tanto ruído. Unos niños se quedaron mirando embobados al Shelby, le di un par de acelerones en vacío, se quedaron estupefactos, y me animaban a acelerar más. Casi se quedan sin cuello al vernos pasar. No íbamos con un rumbo marcado, paseábamos con la música de fondo de mi V8 y las quejas de mi chica por lo incómodos que eran aquellos arneses. De pronto, pasamos cerca de un polígono industrial, entré en él, eran las ocho de la tarde y no había ningún movimiento, hasta que el sonido a techno y música electrónica variada se hacía más cercana. Vi a un grupo de cuatro chavales alrededor de un Hyundai Coupé V6 que tenía el maletero abierto. Nos dirigimos hacía allí, cuando estábamos a unos cien metros del coreano empecé a hacer una quemada de rueda hasta que me puse en paralelo al grupo de dos chicos y otras tantas chicas que estaban allí. Dí unos acelerones al aire -por si acaso no me hubiesen visto- mientras mi chica me preguntaba:
- ¿Qué haces?
- Nada, que hoy éstos nos invitan a cenar, ¿hace una carrerita?
Ella sonrió y asintió, era raro, siempre me pedía prudencia, aquella mujer no era mi novia. Miré al grupito de chavales con cara desafiante, todos llevaban unos peinados imposibles, salvo un chico que llevaba gorra, los vaqueros por el medio del culo y la cara llena de piercings. Una de las chicas mascaba chicle con la boca abierta. Viendo las caras de ellos, dije:
- Bonito cacharro, seguro que pilla los 120...
- Eh, pero tu de que vas, julay, cómo vienes aquí amenazando al puto amo, dijo el chico de gorra.
- Atiende "Gasofa" -dijo el otro al de gorra- que el buga es del puto amo, y lo tengo tó ciclao y voy a destruir al patillas ese
Estaban hablando un idioma desconocido para mí, se parecía mucho al castellano, pero era de difícil comprensión.
- Mira chaval, si quieres correr, corremos, pero si no hay pasta no me interesa perder el tiempo corriendo contra un kart como el tuyo. Mi chica me miró sorprendida. Era una victoria cantada, por muy retocado que estuviese aquel V6, lo habían estropeado con mas de 100 kilos de fibra mal puesta.
- Bua chaval, ¿kart?, tu no sabes quien es el puto amo, te voy a destruir.
- Bla, bla, bla ¿y el dinero que?
- Vale tio, ¿que te parece quinientos napos?
- Perfecto
Mi chica empezó a gritar, entre los dos no llevábamos más de cien euros, pero aquello iba a ser divertido, sobre todo para mi. El del Hyundai, eligió una carrera de 400 metros, pobre idiota. Mientras una de las chicas -la del chicle- se ponía en el punto de salida, empecé a oír unos acordes conocidos en la radio, aquella canción era "Ace of Spades" de Motörhead.
Ya estábamos emparejados los dos coches, la chica señaló al Hyundai, que aceleró, luego a mí, aceleré, subió los brazos, miré de reojo a los tíos del Hyundai y vi como la chica bajaba los brazos. Aceleré, primera, segunda, sentía como el eje delantero se levantaba, tercera, y al desaparecer la nube de humo que desprendían mis neumáticos, pude ver la matrícula de aquella horterada coreana y a sus tripulantes con la boca abierta hasta las rodillas. Seguí acelerando, mi chica estaba aplastada contra el asiento con cara de miedo. Nada podría contra el Rey de la Carretera, cuando miré al velocímetro íbamos a mas de 180 por hora. Llegamos a la meta con mucha ventaja, tiré del freno de mano, aceleré y dediqué un bonito "donuts" a los del hyundai. Cuando el humo cesó bajamos del coche, el chico de la gorra me dijo:
- Joder, cómo corre tu buga colega, por lo menos lleva un V6...
- Nada de eso, un V8 de 7000 centímetros cúbicos y casi quinientos jacos. Miré a su amigo y dije: Tu y yo tenemos que hablar de negocios...
- Claro colega, aquí tienes tu pasta, menudo pieza estás hecho...
Mientras contaba el fajo de billetes, el chico de la gorra le dijo a su amigo: 
- Debe tener pasta el patillas ese, mira pedazo buga tó a full de power que lleva y mira a su churri, que buena está, esas tetas son ciclás fijo. Levanté la cabeza del dinero y les eché una mirada amenazante, se sonrojaron y se fueron en el coche.
Me subí al coche y esperé a que mi "churri con las tetas ciclás" -según aquellos chavales- me echara la bronca, pero no lo hizo, estaba sonriendo:
- ¡¡¡Waw, eres una máquina, que emoción!!!.
- Gracias, ¿has pasado miedo?
- No, ¡fue espectacular!.
- Bueno, vamos a cenar a un sitio caro, que invitan esos dos...
Fuimos a un restaurante que conocía bien. Servían los mejores platos de pescado, marisco y carne en muchos kilómetros a la redonda. Ella pidió unas almejas de primero y lubina de segundo. Yo me conformé con una tabla de ibéricos y un chuletón de buey de un kilo -las emociones dan hambre-. No podía dejar de mirarla, tenía una sonrisa especial.
- Rebeca, ¿estás bien?
- Sí, claro, la cena está estupenda, y esta tarta de fresas, uhmmm...
- No es eso, te noto algo diferente...
- Ahh, es que hacía tiempo que no me arreglaba tanto, y hoy fue un día muy especial, sobre todo la carrera. Fue una buena forma de romper la monotonía. ¡Ay! y todo gracias al Shelby. Me arrepiento de haber tenido celos de él jajaja.
Esa era la clave: el coche, yo también me sentí rejuvenecer, al verla a ella volvía a ver a aquella chica de diecinueve años de la que aún hoy sigo enamorado y que estaba cenando conmigo tras ocho años de noviazgo. hacía mucho tiempo que no la veía sonreír de esa manera. La rutina estaba empezando a aburrir nuestras vidas.
Al llegar a casa, abrí una botella de cava, le ofrecí una copa, y levanté la mía:
- ¿Por que brindamos? me preguntó.
- Por nosotros.
- Por nosotros, dijimos al tiempo que el tímido "clinc" del cristal de nuestras copas parecía querer presidir la conversación.
Subimos al dormitorio, me senté para descalzarme, de pronto ella conectó mi iPod a los altavoces de la mesilla, lo encendió y buscó una canción, mientras no sonaba, ella me miraba sugerentemente. Empezó a sonar, era "Touch too much" de AC/DC.
Sin dejar de sonreír se acercó a mí, me empujó hasta tumbarme en la cama y se puso encima de mi. Intenté decir algo, pero ella me lo impidió. Puso su dedo índice sobre mis labios diciendo:
-Ssssshhhhh, no lo estropees ahora. Cállate y bésame. Tras decir eso se mordió suavemente el labio inferior, mientras intentaba quitarme la camiseta.
Me dejé llevar y deslicé la cremallera de su vestido, acaricié su espalda desnuda con mis manos, que iban descendiendo hasta su cintura, la rodeé apretándola contra mí. Miré a sus hermosos y brillantes ojos negros, sonreí y la besé apasionadamente, como si aquella fuese nuestra última noche sobre la Tierra.

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