martes, 5 de marzo de 2013

Capítulo 25: La justicia ha vencido

De repente estaba ante una puerta blanca. Estaba en una especie de pasillo, no podía ver lo que había detrás de mi, todo estaba a oscuras. Lo único que podía ver era aquella lujosa puerta de madera, lacada en blanco, con detalles en dorado. La abrí, y pude contemplar lo que se me antojaba una recepción de hotel, de uno de los buenos. Al frente había un mostrador, pero no había nadie atendiendo, a su derecha, unas escaleras y un ascensor. En las paredes izquierda y derecha había otras dos puertas. La de la derecha era exactamente igual que la que me había dado entrada a aquel vestíbulo.Tenía un cartel con letras doradas que ponía "Restaurante". La de la izquierda, tenía cristales, en ellos estaba grabada las palabras "Bar-Cafetería". A través del cristal veía gente, entré, sobre todo para preguntar dónde estaba. Era un bar muy lujoso, las mesas estaban decoradas con elegantes manteles y las paredes lucían un estilo Art-decó. Del techo colgaban varias lámparas de araña con finos cristales. Empecé a mirar entre la gente. A mi derecha, en una mesa estaban John Lennon, George Harrison, Jimi Hendrix, John Bonham y Keith Moon charlando tranquilamente. A su lado, el Marqués de Portago, Juan Manuel Fangio, Jim Clark, Jochen Rindt y Ayrton Senna hablaban, no sabía de qué, pero me lo supuse. Al fondo, en la barra, Bon Scott y James Hunt intentaban ligar con Marilyn Monroe, Audrey Hepburn y una impresionante chica rubia que lucía un vestido azul que se me hizo conocido. Justo a mi izquierda, había alguien conocido, sentado con Steve McQueen y Paul Newman, estaba mi tío Ricardo compartiendo unas copas de vino. Al verme se levantó, pero su gesto no fue de alegría, si no de tristeza.
- Hola, ¿no te alegras de verme? 
- Dadas las circunstancias, la verdad es que no. ¿Aún no sabes dónde estás?
- No, pero ahora me lo imagino...
- Sí, has muerto, eres aún demasiado joven para esto, esa zorra pudo contigo. ¿Has preguntado en recepción?
- No había nadie...
- Bueno, te presentaré a mis amigos, tu los conoces a ellos, pero ellos a tí no. Steve, Paul, venid, este es mi sobrino Juan, es un gran admirador vuestro, sobre todo de tí, Steve.
Ambos me estrecharon la mano, Steve iba vestido igual que en "Bullitt". Siempre pensé que McQueen y Newman se llevaban fatal, aunque compartían la afición por el motor, pero aquí se llevaban estupendamente.
- Juan, aquí hay alguien que siempre habla muy bien de tí, es una mujer, mira está allí, en la barra, seguro que le hace ilusión verte, ven conmigo.
Mi tío caminó hacia la barra, se abrió paso entre Bon Scott y James Hunt, le dio un toque en el hombro a la rubia del vestido azul.
- Laura, tienes visita, bueno, os dejo.
- ¡Juan! ¡Qué sorpresa! -de pronto empezó a llorar y posó su copa de Martini- No, no puede ser, al final te mató a ti también. No me gusta que pudiera volver a verte tan pronto... Vamos a recepción, tuvo que haber un error, ¿Maryilyn, nos acompañas?
Ambas dejaron los lujosos taburetes en los que estaban sentadas y me acompañaron a la salida. Me despedí de mi tío antes de salir, abrimos la puerta y vi como ahora el mostrador estaba atendido por una chica de larga melena morena. 
- Hola, puedes comprobar un nombre, a ver si es su turno.
- Claro, es el suyo ¿no? -dijo señalándome-.
- Sí, se llama Juan Díaz.
- Uhm... un momento. Según el ordenador, aún no debería estar aquí hasta dentro de muchísimo tiempo. Lo siento, el cielo tiene que esperar un poco más para usted...Si quiere puede despedirse de las amistades que tiene aquí, pero tendrá que abandonar este lugar tan pronto como pueda. 
Volví a llamar a mi tío, le dije que me iba, y entonces sonrió y se despidió con la mano. Encaré la puerta por la que había entrado, antes de abrirla, Laura se acercó a mi.
- Juan, te echaré mucho de menos, ya volveremos a vernos dentro de muchos, muchos años.
- Yo también te echo de menos, al fin pude vengarme de quien te trajo aquí...
- Deja de hablar de eso, ¿vale? Aquí estoy bien, nunca he sido tan feliz. Cuídate mucho.
Tras decir eso me abrazó, una lágrima mojó mi hombro, ella seguía sonriendo. Abrí la puerta y caminé por aquel oscuro pasillo.


- - -
Me desperté en una cama, a mi lado estaba una chica con un uniforme de enfermera, el dolor de mi hombro había desaparecido. Entonces, la enfermera salió corriendo por su izquierda, volvió rápidamente, ahora acompañada de un hombre.
- Perdón ¿dónde estoy?
- Está en el hospital, en el CHUAC, bueno, el que antes se llamaba Juan Canalejo. -dijo la enfermera-.
- Señor Díaz, ¿recuerda por qué está aquí?
- Sí, claro, me dispararon en el hombro izquierdo, una amiga de mi esposa que está loca intentó matarnos.
- Muy bien -dijo el médico-. Es lo mismo que ha dicho su esposa, enfermera, en principio descarte fallos neuronales, recuerda lo que hizo. Ahora mueva el brazo derecho, si es tan amable.
Lo hice, después me mandó mover las piernas, los pies, era capaz de mover todo mi cuerpo salvo el hombro y el brazo izquierdo.
- Disculpe doctor...
- Ramírez, Luís Ramírez, pero trátame de tu, que no soy mucho más mayor que tu.
- Vale, Luís, ¿crees que podré recuperar la movilidad del mi hombro y mi brazo izquierdos?
- Sí, verás, la bala te hizo un estropicio muscular, tardarás un tiempo en volver a estar al cien por cien. Has tenido mucha suerte, unos milímetros más y hubiese acabado en el pulmón. Bueno, tengo que salir a avisar a tu esposa de que ya estás consciente, te hemos tenido sedado unos días, este es el tercero que llevas aquí. Por desgracia, ella no puede entrar a hablar contigo, primero tiene que hacerlo la Policía, están investigando y bueno... los avisaré en un par de horas, veo que estás muy lúcido y puedes responder con claridad a sus preguntas, pero es mejor esperar un poco. Abriré la cortina para que pueda verte, así estará más tranquila. Hoy a la tarde podremos subirte a planta.
- Muy bien, antes de irse, ¿puede decirme que hora es?
- Claro, son las once de la mañana. Buenos días.
Entonces abrió la persiana, pude ver a Rebeca, estaba demacrada, con los ojos hinchados, con ojeras, al verme, puso su mano en los labios y luego la posó en el cristal, estaba muy emocionada. La saludé con mi mano derecha, no pude evitar emocionarme. Allí también estaba Iago. Su cara dejó paso de la preocupación a la alegría. Estuve unas horas sólo en aquel box, salvo la visita de alguna enfermera para preguntarme si necesitaba algo. Poco antes de la hora de la comida, Luís, el médico, entró en el box con dos agentes de la Policía. Les conté lo sucedido. Dijeron que estaba claro que actué en legítima defensa, pero ahora tendrían que llevar las pruebas al juzgado. 
Después de comer, me subieron a planta, allí me esperaba ya mi esposa. 
- Juan, ¿cómo estás? 
- Mejor, ya no me siento tan entumecido, de hecho voy a incorporarme un poco, aunque al hacerlo me duele el hombro.
- Ten cuidado, aunque el médico dijera que puedes caminar y todo eso, no hagas milagros.
- Tranquila...
En ese momento, alguien llamó a la habitación, era Alba, con mi hija en brazos.
- ¡Hola! ¡Mirad quien está aquí! Rebeca, vete a casa a descansar un rato, que me quedo yo aquí, llevas tres días sin dormir y casi sin comer, vas a ponerte enferma...
- No, tranquila...
- Hazle caso a Alba, tu tranquila además, tenía ganas de ver a la niña.
- Bueno, me voy un rato a casa, si pasa algo, llámame.
- Tranquila, que aquí nos quedamos nosotras con él.
Ella puso a mi hija en mi lado derecho, la niña buscó mi hombro para apoyar su cabeza en él.
- Bueno, ¿te encuentras mejor?
- Sí, estuvo aquí la Policía, habrá un juicio y todo eso.
- Bah, no pienses en eso, ahora tienes que recuperarte, que ella te necesita en plena forma. 
- ¿La niña? Claro, ¿has estado cuidando estos días de ella? Muchas gracias.
- De nada, lo hago encantada. Rebeca no quiso separarse del cristal en ningún momento. ¿Sabes una cosa? Hay nuevos habitantes en la nave cuatro, vas a flipar cuando los veas...
- Ah sí, ¿son actuales o clásicos?
- Bueno, uno es actual, es un Aston Martin DBS y el otro es tirando a clásico, pero es una sorpresa, cuando te recuperes del hombro tenemos que probarlos enseguida. Ah, por cierto, encendí estos días tanto el Shelby, como el GT-R y los de la nave cuatro. Con el Shelby di unas vueltas alrededor de tu barrio, ¡cómo suena! ¿No te importa que lo haya hecho, no?
- Todo lo contrario, te lo agradezco, ya me tarda ir por allí.
El sonido de alguien llamando a la puerta hizo que abandonásemos nuestra conversación. La persona que entraba en la habitación hizo que me estremeciese: Ricardo, mi amigo y novio de Carmen.
- Hola, tranquilos, no os asustéis. Hay cosas de Carmen y mías que desconocéis, para empezar, cuando hizo esta barbarie ya no estaba conmigo.
- Bueno -dijo Alba-, voy a la cafetería...
- Quédate, por favor, esa loca también intentó matarte a tí. Juan, dime que podrás recuperar la movilidad de tu brazo
- Sí, pero antes tengo que ir a rehabilitación.
- Me alegro, de veras. Bueno, la historia es la siguiente, Carmen y yo estábamos saliendo, pero empezó a volverse paranoica, dijo que iba a acabar contigo, que si accedió a salir conmigo fue para poder estar más en contacto con vosotros y así acabar con tu familia y amigos. Intentó hacerlo conmigo.
- Ricardo, tío, lo siento...
- No pasa nada, hiciste bien en acabar con ella, iba a hacerlo contigo a la mínima. Sé que ahora tienes un lío montado, que vais a juicio. Lo sé porque llamé a Rebeca, ella ya sabe todo esto...
- Tu no tienes la culpa de que Carmen estuviera loca, no pasa nada...
- Bueno, sólo quiero decirte que voy a llevar tu defensa, te lo debo, en conciencia. No te preocupes por nada, canta que actuaste en legítima defensa.
- Gracias, de verdad.
Unos días después me dieron el alta, al llegar a casa todos nuestros amigos estaban esperándonos. Empecé la rehabilitación, con buenos resultados, según los médicos mi hombro se recuperaba muy bien. Aunque mi hombro me limitaba un poco, después de unas tres semanas, ya volví a trabajar. Alba venía a buscarme y traerme del trabajo todos los días. El primer día, en el descanso me llevó hasta la nave cuatro. Allí estaba el DBS que ella decía, gris titanio, un coche realmente elegante, pero a su lado, entre él y el F1, un coche realmente bajo y ancho estaba tapado con una funda. Antes de eso, eché de menos el GTO.
- Alba, ¿qué fue del GTO? 
-Tu padre se lo cambió a un coleccionista que tenía dos cómo el de la funda. ¿No quieres verlo? Anda ya lo "desembalo" yo que no quiero que te lastimes...
Ella empezó a quitar la funda con muchísimo cuidado, aquellas líneas agresivas sin concesiones a la elegancia no me eran desconocidas, aquel color rojo... era inconfundible, un F40. Casi me desmayo al ver aquella joya. El GTO me gustaba más porque era más antiguo, pero al F40, tampoco le ponía pegas, era impresionante y mucho más efectivo y salvaje que su predecesor. No pude evitar la tentación de sentarme en él.

Era espartano, por no tener no tenía ni cenicero, mejor, que si no pesaría más. Alba se sentó a mi lado, abrió el bolso y me extendió una hoja de papel. Era una carta de mi padre.

Me hubiese gustado enseñarte esto en persona, pero no pude, estoy en Suecia, Christian está diseñando unos contenedores especiales para llevar sus coches y lo estoy ayudando. El Aston y el F40 son ya nuestros, cuando quieras conducirlos, ya sabes.

- Juan, recupérate ya, que esta bestia está deseando que la conduzcas.
- A ver, dijo el médico que en un par de semanas estaré perfecto, ojalá
Salí de la nave, con la esperanza de que pronto conduciría esa bestia.
En un período de un mes, me dieron el alta y me enfrenté al juicio por lo sucedido en mi casa. La sentencia fue clara, obré en legítima defensa, movido por un miedo insuperable, según el juez. A la salida del juzgado, me encontré con mis amigos y familia. Le estreché la mano a Ricardo, en señal de agradecimiento y me despedí de él mientras se subía en su C63 AMG Coupé.
Esa misma tarde llamé a Alba, quedamos para dar una vuelta con el F40. Era impresionante, me intimidaba sólo con verlo. Al arrancarlo, su sonido era atronador, mejor que el del GTO, aunque fui con sumo cuidado, su altura es mínima, no era plan de romper el spoiler delantero a las primeras de cambio. Gozar de cada adelantamiento sintiendo la patada de los dos turbos soplando a mi espalda era inmejorable, su sonido, era increíble. Era violento de reacciones, como uno de aquellos Fórmula uno turbo de los años ochenta. Me di cuenta de que mi hombro aún no estaba al cien por cien, necesitaba un poco más de trabajo para estar como siempre. Aquel coche, causaba admiración, a su lado el Shelby era discreto.
Lo dejamos en la nave, aparcado junto al F1, la estampa de ver aquellas bestias emparejadas era sencillamente espectacular.
Al regresar a casa, no pude evitar pensar en lo cerca que estuve de morir, pero bueno, eso era el pasado. 
Los días fueron pasando, mi hombro se recuperó, y mis ganas de conducir el Shelby, eran cada día más grandes. No lo hice antes para no forzar mi cuerpo. Un sábado a la tarde, apagué el móvil, le dije a Rebeca que me iba a dar un paseo en el Shelby y salí de casa. Salí al cementerio para visitar a Laura, allí estuve poco tiempo, pero necesitaba ir allí. Al salir, puse rumbo hacia Mugardos, a ritmo tranquilo, primero atravesando la ensenada de O Baño, para pasar por A Redonda hasta el castillo de A Palma, allí di vuelta y decidí subir hasta Montefaro, la mayor altura al sur de la ría de Ferrol. Pasé por delante del monasterio de Santa Catalina, subí hasta la verja donde está el repetidor de televisión, muy cerca de las viejas baterías antiaéreas abandonadas. Aparqué allí. Cerré el coche y me puse a contemplar el paisaje. La ría de Ferrol lucía más espectacular que nunca, el sol brillaba en un cielo despejado que dejaba divisar, hacia mi izquierda, la Torre de Hércules y un poco del paisaje de A Coruña, también llamada la "ciudad de cristal". A mi espalda la playa de Chanteiro, y también a mi izquierda, aunque a menor altura, la batería de costa de Punta do Segaño. Una suave brisa no conseguía aplacar el calor reinante aquella tarde. Allí, ante la inmensidad del Océano Atlántico, yo era un punto insignificante, un ser solitario enamorado de lo que para algunos es un trozo de metal. Me quedé mirando al Shelby, de frente, con las manos metidas en el bolsillo. Lo rodeé, me quedé mirando su parte trasera, aún recordaba el estado en el que lo había encontrado, paso de dar pena a dar gusto viéndolo. Tantas horas de trabajo y alguna discusión con Rebeca habían merecido la pena. Aunque mi mayor logro en esta vida era mi hija, el Shelby fue el mejor trabajo que había llevado a cabo. Mi coche, era simplemente único, creo que tenía alma. Nunca otro coche me había seducido tanto como él. 
De pronto el sonido de un motor me sacó de mis divagaciones, me giré y vi un coche conocido, un M3 negro.
- ¡Hola Juan! ¿Dando un paseo?
- Sí, ¿cómo me has encontrado?
- Fui de visita sorpresa a vuestra casa, Rebeca me dijo que saliste y me acerqué hasta aquí, ella me dijo que te gusta mucho este lugar. Entonces vi a un tío moreno con patillas y una camiseta de la gira "Epitaph" de Judas Priest al lado de un Shelby, no hay muchos por aquí sabes...
- Cierto, me conocéis demasiado...
Ella se quedó mirando mi coche, entonces empezó a hablar.
- Bueno, mi antiguo 325 era más rápido que el Shelby, ¿el M3, le ganaría?
- No lo creo...
- Sólo hay una manera de saberlo, de aquí al centro de Mugardos, el que pierda, paga una ronda de Ribeiro y pulpo, ¿vale?
- Perfecto.
Nos subimos a los coches, ella estaba a mi derecha, sacó su brazo por la ventanilla y empezó a gesticular una cuenta atrás. Por la radio empezaba a sonar una canción de Rainbow, "Kill the King".
Me daba igual quien ganaría la carrera, el futuro me parecía lejano, aquello sólo era una partida entre amigos, el resultado era lo de menos. Mi futuro, también, sólo sabía que a mi lado tenía buenos amigos, una familia que me quería y un coche realmente único, el Rey de la Carretera: mi Shelby GT500KR.

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