viernes, 1 de febrero de 2013

Capítulo 16: El diario de Laura

Al día siguiente, madrugué y sin ninguna gana fui a trabajar. Mis "compañeros" de trabajo, desde que Laura nos había dejado, me hacían un gran vacío. Llegué a oír en los corrillos del pasillo que ella y yo teníamos una aventura, la gente empezó a montarse unas películas cuyos guiones merecerían un Óscar. Al menos aún tenía dos personas de confianza en la empresa, Alba y Ricardo, que intentaban con todas sus fuerzas ayudarme. Fue realmente doloroso ver como limpiaban la mesa de Laura, querían tirar a la basura los pocos objetos personales suyos que aún quedaban allí. Me negué a eso, los pedí yo y se los entregué a su prima.
Tras eso me fui a casa, cogí el sobre que Laura había preparado para mí y lo abrí. Allí me encontré con dos cuadernos pequeños de tapa dura, y un sobre de papel blanco normal. Empecé por el sobre. Era una carta manuscrita, al cogerla pude notar el relieve que las letras habían dejado sobre el papel. Se notaba que cuando escribió eso, ella estaba nerviosa, su letra ordinariamente no era así.

Juan, si estás leyendo esto, es que ya no puedo decirte en persona todo lo que tenía para tí. Te debía un gran favor, y al saber que estabas pasando por lo mismo que yo he pasado, lo menos que podía hacer era ayudarte. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí, fuiste una de las pocas personas que me trató correctamente mientras estuve en la empresa. 
Gracias por haber cuidado tanto de mi.

Tras leer un par de veces aquella carta, que simbolizaba tanto para mí, cogí uno de los cuadernillos. Uno ponía 2011, el otro 2012/2013, me decidí por el más antiguo. Al abrirlo, comprobé que aquello era un diario. Lo ojeé un poco por encima, aparte del contenido típico de un diario, por el medio venían algunos poemas escritos por ella. Algunas hojas tenían deformaciones, con la tinta borrosa, estaba convencido que provocadas por las lágrimas que le habían caído mientras escribía en él. Mi idea era empezar a leerlo de principio a fin, pero tengo la manía de que cuando un libro cae en mis manos, ojear algunas de las páginas de la parte central. No pude haber escogido peor:

Lunes, 12 de septiembre de 2011.
Hoy ha sido el peor día de mi vida. Sabía que ese cerdo babeaba cuando me miraba, que me decía groserías, pero hoy... estaba en el archivo, con la escusa de ayudarme a coger una caja, cuando me agachaba, me cogió del cuello con una mano, y la otra empezó a meterla bajo mi falda, entre mis piernas, quería gritar, me tapó la boca con la mano y me dijo al oído que si gritaba o pedía ayuda me mataría. El seguía tocándome, estaba aterrorizada, no podía moverme del miedo, después empezó a tocarme el pecho. Cuando tuvo suficiente, me pegó una bofetada y me dijo que si hablaba de ello, me mataría. Puse una queja en Recursos Humanos, me dijeron que estaba loca. Nunca en mi vida me he sentido más sucia que hoy.

Seguí leyendo las fechas posteriores, era impresionante, cada día Laura sufría su momento de tortura. Ella lo contaba con todo detalle, explícitamente, como si así hablase de un problema avergonzante a una amiga, una amiga que recogía con el mismo dolor que ella sentía cuando era acosada cada palabra, y que secaba cada lágrima vertida por los ojos de Laura.
Empecé a leer el diario desde el principio, donde contaba su vida, después de dos años en la empresa, ahí empezaba a notar algo raro en esa persona a la que ella se refería como "ese cerdo" o "ese cabrón". Tambié hablaba de mi, y muy bien para mi sorpresa, pero enseguida empecé a notar algo extraño cuando hablaba de mí. Lo hacía con demasiado cariño para el trato que por aquel entonces teníamos. Al leer una página de marzo empecé a sentirme algo incómodo.

...Hoy he hablado con él. Juan es el único hombre que no me mira como un trozo de carne en la oficina. Fui a saludarlo, quería parecer lo más encantadora posible, quería estar muy sexy. Y de pronto, me rompió el corazón, estaba esperando a su novia. Casi lloro, me atraganté y empecé a tose. El se dio cuenta y me preguntó si estaba bien, le dije que no se preocupase. Llegó su novia, me la presentó, se llama Rebeca, llevan mucho tiempo juntos, ya viven en la misma casa. Es muy guapa, y se les ve muy enamorados. ¡Qué tonta fui!

No había notado nada, pero al seguir leyendo ella hablaba realmente bien de mí. Empecé a recordar una anécdota, marqué la página en la que había dejado la lectura y busqué las páginas de la época de navidad. Allí estaba lo que buscaba.

... En la cena de navidad de la empresa hice otra vez el ridículo con Juan. Bebí demasiado, y Juan cuidaba de mí. Entonces me abracé a él e intenté darle un beso en la boca, no me atreví y se lo dí en la mejilla. Le dije "te quiero" y me contestó sonriendo "Laura, estás muy borracha, no sigas bebiendo"...

Nunca me había dado cuenta de que yo le gustase a ella. Empecé a sentirme aún peor, la había hecho sufrir una barbaridad, con la mierda que le estaba cayendo encima.
Mi esposa llegó con la pequeña Alba y empezó a cocinar la cena. Mientras ella estaba en la cocina, yo cuidé de la niña, que cada día crecía más y más. Le hacía cosquillas con mis dedos. Ella cogió mi dedo índice con su manita, sobraba aún mucho dedo y me miraba fijamente a los ojos. Aquellos ojos castaños tan grandes, tan expresivos, me estaban hipnotizando. La pequeña hizo un gesto y empezó a sonreír. 
Después de cenar y acostarnos, tuve un sueño espantoso. Aparecía Laura, como el día en que la mataron. Entraba en la habitación, se sentaba en la butaca y empezaba a hablar.
- La niña está preciosa Juan, es una monada.
- Laura, perdóname, yo no sabía...
- No hay nada que perdonarte, tu no tuviste la culpa de ninguno de los errores de mi vida, sé feliz, muy feliz. Cuídate mucho, a ti y a tu familia.
Me desperté envuelto en sudor y tardé rato en reprender el sueño.
Al día siguiente al volver a casa al anochecer vi algo un tanto extraño, la puerta principal de la casa estaba abierta y las luces del porche encendidas. Dejé el coche en el garaje y cogí la escopeta. Rebeca no era, aún no había llegado a casa. Oí ruidos en el piso superior. Subí sigilosamente y vi a alguien revolviendo en la habitación que usamos como estudio. Ahí había dejado los diarios de Laura, ¿habrían venido a robarlos?
Pero el ladrón era alguien conocido, me acerqué a él con cuidado lo encañoné y dije:
- Dame una buena razón para no meterte un tiro en la cabeza.
- ¡Qué te jodan! 
Entonces golpeé su cabeza con la culata de la escopeta. Había llegado la hora de la venganza...








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