domingo, 3 de febrero de 2013

Capítulo 17: Veneno en la sangre

Tras golpear al ladrón con la escopeta, éste quedo inconsciente, cayendo boca abajo. Le dí la vuelta para verle bien la cara. Aproveché su estado y cogí unas bridas que tenía guardadas en uno de los cajones del escritorio. Las había guardado allí no sé por qué motivo, pero ahora me serían muy útiles. Con ellas amarré sus manos y piernas. No se iba a escapar, no señor.
Entonces empezó a moverse, poco a poco abrió los ojos, entonces volví a empuñar la escopeta y la acerqué a su cara.
- Vaya, vaya, vaya... ¡pero a quién tenemos aquí! al grandísimo hijo de puta del jefe de Recursos Humanos... ¿Está usted cómodo? ¿Quiere un café? ¿O prefiere un balazo en los huevos?
- ¡Suéltame! ¡Animal! ¡Asesino!
- ¿Asesino yo? me parece que fuiste tú quien le descerrajó dos tiros a Laura,no yo.
- Yo no he matado a Laura, no he sido yo, lo juro...
- No me creo nada de lo que estás diciendo... entonces si no la mataste tú, eras quien la acosaba, cabrón.
- Tampoco, yo apenas conocía a esa chica, yo no llevé su queja, ese expediente nunca llegó a mis manos, otra persona tuvo que archivarlo, yo no. 
- Demuéstralo...
- ¿Qué? ¡Estás loco! Mira, en la fecha de esos expedientes, yo no estaba en la empresa, esos días estaba fuera, haciendo el cursillo de prevención de riesgos laborales, es la verdad...
- Muy bien, por ahora te has librado, entonces ¿qué coño haces tú aquí?
- Me olí que estabas tramando algo contra mí, que estabas buscando información para inculparme. Entonces me enteré de los documentos falsificados y vine para ver si estabas haciendo algún informe en mi contra para presentarlo a Dirección y que me despidiesen. -De pronto empezó a reírse a carcajadas, con una sonrisa malévola- Yo también te he investigado, también tienes cosas que ocultar ¿sabes? ¿por qué os pagó la empresa a tí y a la intérprete un día entero a mayores del que echó el jefe en Madrid? ¿eh? Que pasa, ¿es que Laura no era suficiente para ti y también tenías que acostarte con la intérprete, eh?
Entonces me enfurecí, y golpeé su estómago con la culata de la escopeta, empezó a toser mientras se retorcía. 
- Nunca me he acostado con otra mujer que no fuese mi esposa, que te quede muy claro, si pretendes cogerme por ahí, vas muy equivocado. Voy a portarme bien contigo, te doy tres opciones, tu eliges. Primera, llamo a la Policía, digo que tengo un ladrón en casa y que lo he detenido yo, segunda, te meto un tiro en los huevos y dejo que te desangres en la calle, tercera, entrego el informe que estoy haciendo y te denuncio ante la Policía. ¿Cuál eliges?
Entonces él me escupió y dijo:
- ¡Qué te jodan! 
- Bien, tu lo has buscado llamaré a la Policía.
Cuando empezaba a marcar el primer uno del 112 empezó a hablar.
- Haz lo que quieras, pero que sepas que en la empresa se están cociendo muchos cambios, es posible que cierren varios departamentos, entre ellos la asesoría jurídica y otros servicios considerados no necesarios. 
En ese momento casi entro en shock con la sorpresa. Era cierto que la empresa últimamente no pasaba uno de los mejores momentos económicamente hablando y con las nuevas leyes, en previsión de ejercicios malos, podían hacer un ERE con total libertad. De todas maneras me daba igual lo que dijese ese tío. Llamé a la Policía, llegaron en unos diez minutos, se lo llevaron detenido. Espero que a ese desgraciado le cayese una buena temporada en chirona. Por suerte ni mi esposa ni mi hija estaban en casa cuando pasó aquello.
Esa noche volví a soñar con Laura. Ella aparecía sigilosa entrando en nuestra habitación y volvía a sentarse en la butaca de siempre.
- Buenas noches Juan.
- Laura, yo...
- Espero que te guste leer mi diario, espero que te sea de ayuda.
- Laura, me he comportado muy mal contigo, has muerto por mí culpa...
- No, Juan. Me han matado, fue un accidente, tu no tuviste la culpa de nada, yo sabía algo que tu necesitas saber y alguien no quiere que sepas.
- ¿Quién? Dímelo, por favor.
Entonces ella se levantó de la butaca, se acercó a mí y me dijo:
- Lee mi diario, allí está la verdad. Cuídate mucho. Cuida a tu familia y a tus amigos...
Esta vez me desperté con los llantos de mi hija. 
El lunes siguiente fui a trabajar, cada vez odiaba más a aquella empresa. Se empezaban a oír por los pasillos los primeros rumores de un ERE. A media mañana, mientras tomábamos un café, Alba comentó que tenía que desplazarse a una visita que nuestra empresa organizó para un cliente. Dijo que le prestaban para ello uno de los coches de nuestra empresa, uno de los baqueteados Ford Fiesta comerciales que teníamos. Ella bajó al párking antes que yo. Al poco rato de volver al despacho empezó a sonar la alarma de incendios, decían que había fuego en el párking. Bajé corriendo, con el corazón en el puño, la zona donde estaban los coches de los empleados no ardía, corrí donde estaban los Fiesta de la empresa. Una nube de humo me confirmó la ubicación del incendio. Pero lo peor estaba por llegar, me acerqué todo lo que pude y vi a uno de los guardias de seguridad intentando apagar con un extintor el coche en llamas, pero en su interior alguien golpeaba la ventanilla del conductor con desesperación, pero no lograba romperla. ¡Era Alba! ¡Se estaba quemando el coche con ella dentro!
Me acerqué a la puerta del conductor, intenté abrirla con todas mis fuerzas, estaba atascada. Ella gritaba, desesperada que no podía abrirla por dentro. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, se veía la desesperación e impotencia que sufría. Entonces le grité que se cubriese la cabeza, saqué mi cazadora, la envolví en el puño y rompí la ventanilla de un puñetazo. Ella tosía.
- ¡ayúdame a salir!
- Dame la mano, pon los pies sobre el asiento e intenta escalar por el hueco de la ventanilla, venga, ya estás fuera. 
La puse de pie en el suelo, tosía mucho, casi no podía aguantarse verticalmente, la cogí en mis brazos y la aparté del fuego. Vi llegar a los bomberos y a la ambulancia. La atendieron enseguida, llamé a su novio, que dijo que aparecería lo antes posible. Mientras le colocaban una mascarilla de oxígeno dentro de la ambulancia, yo estaba allí, no me atrevía a dejarla sola. 
- Gracias, me has salvado la vida.
- De nada, te lo debía. He avisado a Andrés, está de camino.
- Gracias por todo, pero... mira tu mano, estás sangrando. 
Ni me había fijado, me corté con los cristales al romper la ventanilla. Ella se incorporó en la camilla. Cogió un botellín de agua oxigenada y un rollo de gasa. Me rocío la herida con el agua y empezó a vendarme la herida. Al poco rato Andrés llegó, la abrazó y decidí irme de allí tras preguntarle como se encontraba y contestarme ella que bien.
Ella, pidió el resto de la semana libre, a la semana siguiente los rumores del ERE se confirmaron. A Alba la despedían, al igual que a Ricardo. Según la empresa, tener a una intérprete todo el año contratada era antieconómico, y dos abogados también. Ricardo tuvo suerte, le escribí una carta de recomendación y al poco tiempo un importante bufete le ofreció un puesto, que él aceptó. Por Alba, poco podía hacer, pero me dolía que una semana después de estar a punto de perder la vida, le diesen la patada.
Yo por mi parte, me guié por mis impulsos, escribí una carta y la entregué al director.

Yo, Juan Díaz, Director del departamento de Asesoría Jurídica de esta empresa, ante los últimos acontecimientos que se están suscitando en el seno de la misma y que han provocado un sentimiento de repulsa hacia diversos miembros de la plantilla de la misma, me veo forzado a tomar una decisión sobre mi futuro en esta casa.
Sinceramente no me encuentro cómodo en una empresa en la que se ha permitido el acoso sexual reiterado que han sufrido dos antiguas trabajadoras de la empresa, algo que fue conocido por Recursos Humanos y fue silenciado.
Así, declaro mi deseo de abandonar de esta empresa, siendo mi dimisión efectiva a partir de mañana.

Se lo comenté a mi mujer, ella casi me mata, con razón, dejar un buen puesto de trabajo en los tiempos que corrían era una locura. Aún así, con una niña pequeña por críar, el trabajo de mi esposa era estable, su sueldo era bueno, pero tendríamos que empezar a prescindir de ciertos lujos. Con dolor, me veía obligado a vender mi Shelby y mi GT-R.
Limpié mi despacho, recogí los libros y las fotos que tenía allí. Me encontré a Alba en el pasillo, también había recogido sus cosas, nos saludamos y bajamos al párking. Le ayudé a cargar su caja en su coche. Nos fuimos de allí. ¿Qué sería de nuestros futuros? Esa misma tarde recibí una llamada de teléfono. Era lo que me esperaba, no había podido llegar en un momento mejor, de todas formas decidí no hacerme ilusiones. Tras colgar el teléfono observé que entre las cartas que habían llegado hoy, una que era desgraciadamente familiar. Una nueva nota de amenazas:

Por fin te han dado tu merecido, es menos de lo que mereces. Esa amiguita tuya ha tenido mucha suerte. Tú no vas a tener tanta. 

Era imposible, con el de Recursos Humanos en la cárcel, ¿quién podría estar amenazándome?
Decidí evadirme de todo aquello leyendo un poco más de los diarios de Laura, mañana tendría que hacer unas cuantas llamadas de teléfono, más cambios estaban preparados para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario